domingo, 14 de julio de 2013

LA SEMILLA Y EL ABC

Ya censados y censurados los burros, toca ahora volver a las faenas de producción en campo, campo en el que la selección de semillas siempre ha sido de trascendental importancia, por lo menos en la teoría.

Poco se nos escucha, pero los agrónomos siempre decimos que la producción depende de cuatro factores fundamentales: genética, alimentación, sanidad y cultivo, siempre y cuando el clima no se despelote y se salga demasiado de lo normal y de lo que pudiera ser manejado con el cultivo en épocas apropiadas.

Lo anterior es verdadero para cualquier cultivo, inclusive para cualquier ganadería —y aquí solo tendría que cambiarse el término cultivo por la palabra cría—, pero hoy haremos referencia solo a la genética, esa que viene empaquetada con la semilla.

La semilla es un medio de sobrevivencia de la propia especie o variedad y, por tanto, una semilla encierra toda la información genética que caracteriza a una planta, y una buena semilla debe cargar con los atributos de vigor, pureza varietal, pureza física, germinación, valor cultural, uniformidad y otros que hacen que la vida siga empecinadamente hacia adelante, perpetuándose y sacando a la luz el potencial productivo de la planta.

Es más, aún habiéndose extinguido una especie de su hábitat natural es posible que la especie subsista en bancos de semillas, de ahí la importancia de estos bancos de germoplasma como repositorio del patrimonio natural y modificado en la agricultura.

Con la semilla empieza, pues, todo. Es la génesis, y si se arranca con mala semilla, malos frutos se tendrá, por más que luego uno se esmere en el cultivo, la alimentación y la sanidad, y por más que uno haya hecho coincidir acertadamente las diferentes etapas fenológicas del cultivo con la precipitación y temperatura adecuadas para cada una de ellas.

En cultivos anuales, por ejemplo, la buena semilla no llega a representar más del 10% de los costos de producción, y sin embargo constituye una de las causas principales de los bajos rendimientos.  En maíz, por ejemplo, cultivo que no macollea y produce pocas espigas por planta, el uso de buena semilla es imprescindible para que la población de plantas por hectárea sea la adecuada.  La semilla hace la diferencia, entonces, entre el éxito y el fracaso.

En soya, que es uno de los cultivos en los que la genética ha avanzado más en los últimos tiempos, la biotecnología ha conseguido aumentos significativos en los rindes incorporando en ellas genes de resistencia a insectos y a herbicidas que les han permitido expresar un mayor potencial. Recientemente, países como Argentina han incursionado ya en la incorporación de la tecnología RRBt a sus mejores variedades, y esperan subir sus rendimientos en más de 10%.  Como se sabe, la agregación de estas características significa dar resistencia a un herbicida que de otra forma le sería letal, así como incorporarle resistencia a lepidópteros, varios tipos de gusanos y lagartas, para los cuales disminuirá la necesidad de control químico, con sus consecuentes beneficios en costos y contaminación al medio ambiente.

Claro, permanecen todavía las reservas sobre posibles consecuencias futuras con el uso de estos materiales transgénicos, y desde el establog nos manifestamos favorables de una política suficientemente prudente pero no totalmente restrictiva al respecto.

Los transgénicos seguirán avanzando inexorablemente, los materiales RRBt anunciados comenzarán a usarse en la región norte argentina, cerca de nuestra frontera, y en breve tiempo, estamos seguros, ingresarán a nuestro país. Deberemos, entonces, tomar las precauciones necesarias para que esta tecnología nos beneficie y no nos perjudique.

Los materiales transgénicos ya están presentes en varios cultivos, inclusive en la caña de azúcar. Pero en este rubro, en Bolivia seguimos todavía bastante atrasados, y no es hora de pensar en transgénicos si ni siquiera hemos aprendido a usar semilla de buena calidad.

Y por eso es que no entiendo a mis amigos cañeros que no consideran la semilla —en este caso, siendo la caña de propagación comercial vegetativa, al decir semilla decimos esquejes o estacas de caña, es decir segmentos del tallo con tres yemas —,  como parte trascendental de lo que podría ser el éxito o el fracaso de sus plantaciones.  En ningún cultivo industrial es esto más importante que en la caña, que no es un cultivo anual y se planta para que dure al menos cinco años, matando la posibilidad de corregir anualmente un posible error en la selección inicial de la semilla.

No obstante esto ser tan claro, sin embargo lo común es que el cañero elija para planta el material que más cerca se encuentre de su nuevo chaco, el que va a plantar, sin importar si la semilla proviene de un semillero cultivado para dar el mejor material posible, sano, puro, sin mezclas, de caña hoja y de una edad no mayor a doce meses, mejor si diez.

Esto es parte del ABC de la agricultura, y lo lamentable es que algunos ya conocen la X, la Y, y la Z, pero no han aprendido todavía el ABC.  Esto es como querer meter el segundo gol antes del primero.

riopalo1962@gmail.com