domingo, 13 de mayo de 2012

EL ROME PLOW

El aparecimiento del rome plow en la agricultura cruceña allá por los años setenta marcó un momento de inflexión que determinó nuevos ritmos para las operaciones de laboreo de suelos. Con ello, también marcó una nueva forma de manejo de suelos que imperceptiblemente influyó en los rendimientos −en mi opinión hacia abajo−, degradó los suelos y perjudicó los drenajes naturales, efectos nocivos estos que, si usted tiene paciencia, le explicaremos a continuación.

En efecto, con la aparición del rome plow ocurrió una sustitución casi total del arado de discos o del de vertedera −éste siempre menos usado que aquel−, pues el rome plow permitía una profundidad de labranza cercana a la del arado pero con una superficie de corte mucho mayor a la de los arados de cinco discos, que eran los más grandes que se conocían en el medio, lo que posibilitaba al agricultor una mayor velocidad de avance, con sus consecuentes efectos en la economía de combustible, desgaste de maquinaria y otros.

¿Y cómo es eso de que el rome plow degradó los suelos? Fácil: El rome plow aceleró el ritmo de intervención en los suelos y con su poder de corte y trituración fue el principal enemigo de la cobertura de los mismos, dejándolos desnudos, desmenuzados y expuestos, y contribuyendo a acelerar su erosión. Adicionalmente, trabajó los suelos de forma que se cree una capa compacta a su profundidad de corte, menor a 25 cm, dificultando el drenaje hacia las capas inferiores y el ingreso de las raíces de los cultivos a profundidades mayores.

Como dice la FAO sobre los implementos de disco, entre ellos el rome plow, “las rastras de discos son muy populares, robustas y versátiles pero también son probablemente los implementos que más contribuyen a la degeneración de los suelos agrícolas a nivel mundial. La acción pulverizadora del disco lleva a una pérdida de estructura, una fuerte mineralización, una mayor erosión y pérdida de humedad y una peor infiltración de agua. En la dirección vertical el disco se apoya en el suelo sobre su filo y puede así ser comparado con un rodillo compactador del subsuelo. En zonas con frecuente uso de rastras de disco se pueden encontrar horizontes muy compactados debajo del horizonte de trabajo del implemento. Estas compactaciones inhiben la infiltración de agua y causan así problemas de sequía a corto plazo y también pueden contribuir a la desertificación de regiones grandes a largo plazo”.

No por nada el rome plow fue prohibido por el PLUS, que en la parte relativa  a las Reglas de Intervención y Recomendaciones de Manejo de las Unidades del PLUS dice expresamente que se debe “prohibir la labranza del suelo con rastra pesada (Rome Plow)”. Claro, el PLUS luego no tuvo capacidad de controlar ni promover la aplicación de sus propias recomendaciones y el rome plow acabó de ganar nomás su carta de ciudadanía.

¿Y su culpa en la destrucción de drenajes? Atropellando todo como si el tractor no tuviera frenos ni dirección, y metiéndole por encima de cañadas y bajíos, incorporando estas depresiones naturales a los lotes de cultivo y perjudicando así su función de drenajes naturales, para después dejar a los agricultores contemplar cómo sus campos se inundaban por la interrupción de la circulación natural del agua.

Pero, reiteramos, fue la velocidad de avance del rome plow la que deslumbró al agricultor. El hombre de campo, pues, en un dos por tres se enamoró del rome plow, −fue amor a primera vista−, y pronto se endeudó para obtener uno que pudiera ser tirado con el tractor que ya tenía, o se endeudó con el combo ‘tractor - rome plow’ dando inicio, en muchos casos, a sus relaciones con otros combos, como el combo ‘banco - importadora’ con el que muchos que no tenían ahorros ni herencias aprendieron el deporte del bicicleteo crediticio, y con el que otros muchos convivieron −y algunos conviven aún−, en una relación de ‘amor - odio’, el más funesto de los combos.

Pero, a todo esto, ¿qué es un rome plow? Como ya se ha podido entender de los párrafos anteriores, el rome plow no es más que una rastra pesada y fuerte, de discos grandes. El nombre del implemento en realidad se deriva de un tractor oruga de origen militar que fue creado por la empresa Rome Plow Equipment Company, que fabricaba arados en la población de Rome, en Georgia, Estados Unidos,  y que se utilizaba para desmontar terrenos en la guerra de Vietnam. De cierta forma, pues, el rome plow es otra de las muchas joyas que la inacabable industria bélica –la que más gasta en investigación y desarrollo−,  nos legó para uso civil.

Fueron alrededor de treinta años el tiempo que nos acompañó el rome plow como protagonista de la agricultura extensiva, industrial. No se puede negar que este implemento fue uno de los principales aliados del hombre de campo en el desarrollo y crecimiento de la frontera agrícola cruceña, y que miles de millones de dólares ingresaron a hogares bolivianos gracias a su concurso.  Negarlo sería desconocer la realidad y ser malagradecidos. Pero tampoco se puede negar que el rome plow nos ha dejado un legado negativo del que tendremos que recuperarnos mediante la implantación obligatoria de sistemas de labranza conservacionistas.

Menos mal que con el advenimiento de la siembra directa el rome plow ya pasó a ser un implemento en vías de extinción y a engrosar las filas de las prácticas agrícolas en desuso.  Ahora ya son tiempos de labranza conservacionista, labranza mínima, mínimo laboreo, siembra directa, o como usted quiera llamarlo. Con ello, los que también pensamos en nuestros hijos y nietos podemos seguir teniendo esperanzas de que los benditos suelos cruceños todavía podrán alimentar por siglos a las futuras generaciones de velatacuces.