domingo, 24 de marzo de 2013

PESQUE Y PAGUE

Entre las cosas que nos ofrecen los nuevos tiempos —dejemos ya de lado la tecnología informática y la telefonía, estrechamente emparentadas—, están los parques temáticos con enfoque recreativo y comercial.

Pensándola bien, sin embargo, los parques temáticos existen desde siempre, o casi siempre, como los jardines botánicos y los zoológicos, dirigidos a la recreación y educación mediante la observación y el estudio de la fauna y la flora, que acompañan al hombre desde hace ya más de 200 años.

Un poco más antiguos —y, de hecho, vinculados a lo que se conoce como la profesión más antigua del mundo—, desde que existe el hombre existen los parques temáticos destinados a la pierna suelta, a dar satisfacción a la debilidad  de la carne, el alivio de la entrepierna,  el escape de la conciencia,  el remate de la juerga, la provocación a la futura ex-esposa, la confesión de infidencias, y la ratificación de la inconsciencia.

Este tipo de parque temático, con todo tipo de fauna y con una que otra dama de nombre Flora, también, podrían haberse conocido como “peque y pague”.  Aunque, de hecho, no pocos han sido los que después de pecar se han ido sin pagar, sabiendo que volverían pronto a saldar su deuda, o los que por haber pecado se han pescado alguna venérea que luego han tenido que pagar con millones de unidades de antibióticos de la familia de las penicilinas.

El crecimiento de las ciudades, las exigencias de comodidad de la gente moderna, su flojera para ir al campo verdadero por muy cerca que quede, el novelerío por estar donde van todos y no perderse nada, que es propio del cruceño, y otra serie de factores que no analizaremos aquí, han dado lugar a un rosario de parques temáticos que se han instalado en las afueras de la ciudad, a tiro de piedra y, como dicen sus promotores, todos “a menos de quince minutos del centro”…aunque no explican que en helicóptero.

Santa Cruz, por ejemplo,  tiene ahora parques temáticos como los que permiten ver todos los procesos de la metamorfosis de gusanos a mariposas, los que muestran muy bien cuidada jardinería y ofrecen a la vez viveros de plantas, paseos a caballo o en bicicleta, lagunas para románticos paseos en botes a remo o pedal, estanques de peces para observación y pesca, instalaciones y piscinas de balneario, spas, restaurantes, canchas para diversos deportes, etc.

Uno de estos  nuevos parques son los “pesque y pague” —ya no solo los “peque y pague” de siempre—, de los que existe por lo menos una media docena cerca de la ciudad.

Ahí llega usted con su equipo de pesca y las comodidades que usted decida llevar: la(s) caña(s) o liñada(s), reeles, los anzuelos, canillas, pesos, flotadores, señuelos, carnada, cuchillo para cortar la carnada, corta-uñas para cortar el hilo sobrante del nudo del anzuelo, cortaplumas para cualquier cosa, linterna por si se queda hasta tarde, toco o silla, o sillón, conservadora para conservar los pescados que pesque, pague y lleve, una conversadora para conversar y que le rasque la espalda, y todo lo demás que se le ocurra y que no sea prohibido llevar —los puchos, la coca y el bico no lo son y, de hecho, la mayoría los lleva.    

El local se encarga de venderle a usted bebidas de todo tipo, algunas comidas, y le cobra por peso los pescados que usted pesque y no suelte de nuevo al agua.  Ellos mismos se los destripan, lavan y entregan limpios, y usted los paga y se los lleva y los va juntando para cuando llegue la Semana Santa, o su cumpleaños, o ambos, como este año es el caso de alguien que conozco.

Han aumentado los “pesque y pague” alrededor de la ciudad, pero todavía no le ganan en número a los “peque y pague”, que siguen siendo infinitamente superiores.  Quizás sea porque el pecado sigue siendo más atractivo que el pescado… 

¡Arrepentíos, que hoy es el primer Domingo de Ramos que pasamos con nuestro querido Papa Pancho!

riopalo1962@gmail.com