domingo, 7 de julio de 2013

CENSO AGROPECUARIO II

El Censo Agropecuario a realizarse próximamente está dejando, como dijimos la anterior semana, una serie de dudas y preguntas. Esto, quizás porque nos hemos perdido las explicaciones, porque no las entendemos, o porque dudamos de sus buenas intenciones.  Cualquiera sea el caso, nosotros lo decimos ahora, porque hay que dudar antes, no solo dudar después, cuando uno ve que los resultados son interpretados en contra de uno o su región. 

Las dudas, pues, a menudo no vienen por falta de información sino más bien por exceso de ella.  Han sido muchas las veces que desde el centro de poder más alto del mundo capaz de hacer temblar a los Estados Unidos y a media Europa, se han organizado diagnósticos y mediciones que luego nos han traído como consecuencia medidas correctivas y soluciones para problemas que no teníamos antes de que los que nos vienen a civilizar en comisiones nos hayan empezado a medir.

Quizás por eso haya sido que, en la década de los sesenta, un alcalde norteño y su asesor, con su gran y sabrosa sabiduría criolla, hayan despachado a un ministro preguntón con la respuesta de que la mortalidad infantil en la región estaba, nomás, normal: "una muerte por persona", y que le hayan rematado con la contra-pregunta de cómo era en La Paz. 

Ya sabemos que los encuestadores serán locales, y no tengo dudas de que ya se conoce la boleta, pero eso es lo de menos. Lo incierto y preocupante, en definitiva, es lo que harán con los resultados del censo.  Eso es, realmente, lo grave, porque ya sabemos —aunque no comprendemos—, que no existe buena voluntad para con el productor, pues parece que se considera pecado que éste quiera producir alimentos y ganar dinero.

¿Es malo ganar dinero?  ¿Es malo producir alimentos? Y cuando no se gana, cuando se pierde o empata, cuando los precios de los productos están bajos, que suele ser la mayoría de las veces, ¿les importa saberlo? ¿Se harán esta pregunta los sabios que manejen la información resultante del censo?

Dudo antes, abro el paraguas antes de que llueva porque ya ha llovido antes, y porque cuando más se lo nieguen, más hay que dudar.

Como regla general, yo recomiendo que toda vez que, sin que nadie se lo solicite, un funcionario de gobierno empiece a explicar cosas y a negar posibilidades futuras de medidas económicas preocupantes, uno debe creer exactamente lo contrario de lo que diga el funcionario. 

Ahora, si en su afán de aclarar cosas sin que se le haya pedido, el funcionario se chipa más de la cuenta y dice cosas como “no es por falta de mala voluntad”, ahí yo le recomiendo que usted se ponga a temblar, pues el funcionario habrá dejado en evidencia su inconsciente, y lo que estaría mostrando precisamente sería un exceso de mala voluntad.  Exceso de mala voluntad o exceso de falta de buena voluntad, para chiparlo más y quedar casi como cuando el Chavo dice que algo ocurre por “falta de ignorancia”.

No son gratuitas y sin fundamentos las dudas.  A menudo hay exceso de mala voluntad y casi siempre hay falta de ignorancia.

Por ambas, y además por que en las alturas creen que lo saben todo, me temo que pueda pasar algo similar a lo que me tocó criticar ya una vez, hace más de una década, cuando constaté que en un inventario nacional de gases de efecto invernadero, el de metano lo habían sobreestimado porque los pobres inventariadores asentados en las alturas no sabían que el arroz cultivado en Bolivia —en Santa Cruz, básicamente—, no era irrigado, era mayoritariamente a secano, a temporal, y por lo tanto no emitía todo el metano que nuestros eternos civilizadores habían calculado con el simple recurso de multiplicar el coeficiente de emisión de metano de una hectárea de arroz —fórmula importada de cualquier otro lado, donde el arroz sí es irrigado—, por  la cantidad total de hectáreas sembradas con arroz en Bolivia. 

El inventario era, en ese caso, pues, como su nombre lo indica, un invento, como alguna vez dijo un buen amigo maderero sobre los inventarios forestales.

Por eso es imprescindible la consulta y participación de los que saben, como las universidades o los colegios de profesionales, el de ingenieros agrónomos entre ellos.  El tema es que ahora también se oponen a los colegios…el término suena muy académico y eso asusta y espanta a los burros.

riopalo1962@gmail.com