domingo, 8 de julio de 2012

MEDIDAS CRIOLLAS (II)

Habíamos anunciado que volveríamos con otras medidas locales y lo hacemos hoy con varias de ellas, esperando que al ponerlas a disposición en el establog las mismas no pasen al olvido total de los que ya peinamos canas, ni pasen desapercibidas para las nuevas generaciones. Varias de las medidas de hoy tendrán que ver con el motacú, lo que evidencia que esta es una de las palmeras más usadas en nuestra región.
 
La rastrada de motacú corresponde a 50 hojas de esta palmera Una casa mediana, con punilla y cola de pato, requiere al menos unas 20 rastradas de motacú. La rastrada también se usa para contabilizar las cañas de chuchío, y también es de 50 unidades.

Un andén de leña, si mal no recuerdo, corresponde a una corrida de leñas apiladas longitudinalmente en el ancho de la plataforma y del mismo alto de la carrocería normal de un camión de esos que acarreaban caña allá por los años 70.  Esto quiere decir, de unos 2.5  m de largo y 1.5 m de alto. Puede que no lo sea, sin embargo, y que la medida del andén haya sido definida y medida antes de que aparezcan los camiones, y esté muy probablemente relacionada al carretón. Ignoro también cuántos andenes podía producir en un día un buen leñatero en un buen chaqueado y aprovecho para pedir la información a cualquiera de los lectores que la pudiera proporcionar.  De la misma forma, pido aclaraciones o correcciones de los lectores a cualquier medida que yo pudiese haber dado de forma equivocada o incompleta.  No me importará si los datos sobre la leña son dados en curupaú, que es la que más lindo arde, o en cualquier otra clase de leña.

Cambiando de unidad, veamos ahora la jasayesada, que es el contenido que cabe en un jasayé. El jasayé, a su vez, es un cesto que se teje con las hojas tiernas o el cogollo de motacú, la misma palmera con que se techan casas que ya mencionamos arriba.  El jasayé puede tener varios tamaños o capacidades, pero el más familiar para mí es el que se hace para usarlo en calidad de morral y que se cuelga en bandolera cuando uno sale a cazar chaicitas con onda. En el jasayé se acarrean las bolas de barro  y se van colocando  las chaicitas muertas y peladas en caliente. El jasayé tiene forma medio acanoada, por su base, pero sus paredes laterales son proporcionalmente más altas que las de una canoa. Estimo yo que en un jasayé estándar entran o caben, sin rebalsar,  una docena de chaicitas, unos 20 huevos grandes, de gallina, o unas 30 guayabas. De manera que con una jasayesada de cada una de estas especies o alimentos puede uno ofrecer un buen almuerzo como para unas cuatro personas, y sobrarían algúnos huevos,

Mientras más municiones uno gaste, si es puntero como dicen que era mi taita, más campo habrá en el jasayé para llenarlo de chaicitas. ¿Se imaginan una pacumutada de cuatro chaicitas lentamente soasadas en las brasas? Para hacerlo hay que clavar un par de palcas a los costados de las brazas y colocar el pacumuto a una altura prudente, vigilando y girando el palo de forma constante, tal como una brochette al spiedo, para los más finos.  La capacidad de la pacumutada, entonces, depende del tamaño del pacumuto y del ancho del rescoldo, así como del tamaño de la presa.

Y ya que mencionamos las bolas de barro, es bueno saber que en un tiempo estas se vendían por fefeinte, que correspondía a 80 bolas o 20 casitas de bolas de barro.  Cada casita estaba conformada por cuatro bolas, colocadas como en un montículo o casita, tres abajo, en triángulo, y una encima de todas.

El panacú, por su parte, merece la definición y descripción que nos dejó de regalo don Chichi Coimbra, con su tan bonito y castizo castellano cruceño: “Cesto improvisado a manera de mochila, tejido con hojas de motacú u otras palmeras y también de fibras de güembé, que se utiliza para transportar carga en la espalda.  El peso recae sobre los hombros”. Con no tan elegante castellano como el de don Chichi, agrego yo que el tamaño es similar al largo y un poco más angosto que la espalda de un hombre. Para dar otra referencia a los que saben de esto, una capacidad tal como para que en él quepan un par de palmitos de motacú.

Pero mejor vamos dejando ya el tema por aquí porque ya es tardecito, se está poniendo obscuro, y la vela ya está en pico de sucha. Esto me recuerda a uno que fue a comprar un foco y cuando le preguntaron de cuantos watts lo quería, siendo que watt se pronuncia “gua” en la provincia, dijo que quería un foco “de muchos guas, porque gua encender, gua apagar, gua encender, gua apagar”, y, al parecer, el hombre no quería que el foco no le dure nada.  Distinto, eso sí, es este campesino de aquel que cuando compró una caja de fósforos se los hizo probar todos, uno a uno, para asegurarse de que no lo estuvieran engañando…

Los dejamos, entonces, por aquí, así evitamos más chistes malos. De aquí a algún tiempo tal vez volvamos con otras medidas como la tutumada de chicha o de maíz, la pailada de trago, la carretonada de yuca, la cocha de pandearroces  y la arroba de varias otras cosas muy sencillas, como las medidas de los cazadores y pescadores, medidas todas estas para las que no hace falta tener más que dos dedos de frente, que es como se mide la inteligencia y el sentido común para entender las cosas.

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