domingo, 30 de diciembre de 2012

CUARENTA Y DIEZ CUMPLIDOS: AUTORRETRATO

Supongo que ser el que mantiene, el que sostiene, y el que escribe lo que contiene este establog me da algunos privilegios. Cumplo años hoy, los que indica el título y, como me estoy volviendo autoritario, me tomo la libertad de usar el establog para publicar un largo pero incompleto autorretrato que acabo de escribir.

Empecemos por escudriñar mi desastrosa anatomía, de arriba para abajo, y bajemos hasta el piso, que se encuentra 176,5 cm más debajo de mi coronilla, descalzo y con el pelo recién cortado, sin mañas de ninguna clase.

El pelo es, evidentemente, lo primero que se encuentra en esta imagen de puerco entero. Y efectivamente, el pelo es medio de chancho, grueso, duro, y erecto, aunque he notado que se me ha suavizado un poco, quizás por la tunda adelgazante del champú de todas las mañanas.  No tengo el pelo de mi padre y no voy a ser totalmente calvo, heredé el pelo de mi madre, tupido y abundante, y tengo de esas patillas que se encrespan después de la siesta y que se han blanqueado a lo vallegrandino, aunque ya el resto, poco a poco, se va emparejando. La frente es de tamaño normal y las entradas no son aún muy pronunciadas, pero ya quedó destapada lo que queda de una cicatriz de la infancia.  No hay arrugas permanentes, pero aparecen surcos verticales cortos ocasionalmente cuando molesta el sol o, cuando frunzo el ceño, farsante, y me pongo en actitud de pensador pensante.

Las cejas muy pobladas y desordenadas, casi juntas por un corredor semi-poblado, bajan en los costados hasta la línea inferior de los ojos y ahí se detienen, justo a la altura de los pómulos. De ellas sobresalen pelos largos que se enroscan formando círculos y rulos, tal como imagino que son las cejas del diablo.  No se distinguen ni se dibujan mucho porque están muy cerca de las pestañas, con las que se confunden en una sola maraña. Las cejas aprendieron a subir o bajar, una por una y juntas, y lo hacen cuando yo, que soy el dueño, les ordeno hacerlo para saludar muy efusivamente a alguien, o para jugar de caras y habilidades faciales con mis hijos.  Inmediatamente arriba de la ceja izquierda luzco una cicatriz reciente, de cinco puntos, resultado de un porrazo absurdo y el cabezazo al suelo de una cancha de cemento, por desobedecer las instrucciones de no hacer deportes  de piques cortos.

La barba, generalmente descuidada, de dos a tres días de crecimiento, tupida, gruesa y dura, como de alambre o nylon,  veteada con predominio del blanco, amenaza unirse con las cejas, por arriba, y con el pelo del pecho, por abajo…hay que detenerla a punta de Mach III, dejar una pampa rasa antes del más bien poco espeso bosque pectoral, también canoso.

Las orejas peludas como las del hombre lobo tienen proporción armónica con el resto de la cara.  No se han crecido con la edad, sin embargo, ni siquiera para ayudar a captar los sonidos de mi sordera aguda, crónica y creciente…esa que hace que alguna gente me pierda la paciencia y me trate como a un opa.

Los ojos, la nariz y la boca siguen como siempre: La mirada triste de color castaño oscuro, antepuesta por lentes impuestos desde que cumplí los treinta y diez, la nariz con leve lomo y pronunciado respingue, que me nace casi en la nuca, como dijo una vez una amiga,   desviada por un golpe, parece no querer oler aromas del lado izquierdo, y aún así ha sido tomada como modelo del bebé que ha idealizado y quiere esperar otra amiga...  Sus pelos, la mayoría blancos, hay que domarlos para que no espíen por las ventanas. La boca con su lunar sospechoso en el labio superior, es pequeña, y últimamente se ha vuelto muy sensible a las inclemencias del tiempo, ya sean los surazos o los soles que acompañan a los aguarayados sures de Guayará, y vive un poco reventada y costrosa. Los dientes grandes, sobre todo las dos palas centrales, que parecen de conejos, y ya están amarilleados por el tabaco, que acabo de dejar por enésima vez. El mentón, cortado por el tradicional tajo del jajo de los niños, es chiclán, irregular, asimétrico, acompañando la curva de la nariz hacia la derecha.  La cara en general, pues, es medio derechista, qué le vamos a hacer...

La papada ya no desaparece, es permanente, pero por temporadas es un poco menos pronunciada. Parece a ratos la de una iguana, pero no alcanza sus proporciones ni alcanza el estilo de la que tenía Juan XXIII, Papa con papada que en su papado fue quien debió dar origen a la palabra –además de alguna que otra célebre encíclica.  En momentos he llegado a parecer un muñeco de nieve, no solo por el color y la panza, sino sobre todo por la falta de cuello visible.

La espalda preside la vista trasera, que no conozco y que, por lo tanto, se describe en un solo párrafo.  Amplias y trapezoidales –bueno nomás el lomo–, estrellado de pecas,  la cicatriz de una bola de grasa del tamaño de un bolondrón que me sacaron hace unos diez años, y con un mechón de pelo ancestral,  heredado de papá mono,  que converge hacia donde la columna cambia de nombre.  Una llanta que demoró en llegar pero ahora no se quiere ir ni con ula-ula y se ve principalmente de los costados. Las nalgas, las corvas y los talones sin gracia alguna y, junto con la espalda, son un conjunto que solo tiene utilidad como vista trasera cuando uno se va a la ducha.

Las tetas, esas sí, se están descolgando, señal de que en su lugar un día hubieron pechos que se formaron a punta de barras paralelas, cuando uno se dormía sacando paleta y haciendo sacapechos. 

La barriga, presidida por un ombligo bien diseñado que adorna su cúspide, está todavía templada, sobre todo cuando estoy en pie, y como dijo una tercera amiga, es de tipo ecológica, pues le da sombra al pájaro. Los pliegues de la barriga aparecen cuando me siento, y ahí es cuando  mejor lucen su parte negativa, pues dificultan de modo extremo ponerme los calcetines y amarrar los zapatos, operación para la cual hay que buscar a dónde subir el pie al que le toca el nudo corbata, y por lo cual los mocasines se han convertido en pieza insustituible de mi vestuario. Los pliegues en realidad son solo una forma de decir pues es solo uno, un pliegue, en singular, y no va en camino a multiplicarse ni asemejarse a los de Buda, ni por lo cetrino de su tono ni por lo numeroso de los dobleces de la piel.

La barriga presenta una particularidad que puede ser útil en el momento de la autopsia, si me atropellan por ahí, o para que mi cadáver sea reconocido, si me roban la documentación. Tengo una cicatriz a la altura de la boca del estómago, un poco hacia la izquierda, justo donde empieza la parte externa de la elipse de la panza. La cicatriz, dicho sea de paso, me la gané en una guerra de barrio, queriendo atropellar y soltar un bejuco cuando me batía en retirada acosado por los bolazos y mangazos de los vecinos de la vuelta en esa batalla particular: el bejuco había estado ocultando una hebra de alambre de púas que mi empecinada estampida no pudo soltar.

Los brazos velludos, como con una chompa de lana, bien proporcionados, codo de tenista, como si hubiesen raqueteado más de lo poco que lo hicieron. Los sobacos silenciosos, silenciados por la alfombra de pelos que tapa los numerosos quirichices verrugosos que surgieron como hongos, los codos no muy pelados, las manos medianas, venosas, enchompadas hasta donde empiezan los dedos, los dedos digitales, uno de ellos torcido por una inesperada pelota de básquet, y las uñas roídas hasta el tronco y hasta el cansancio.

La zona erógena principal, la pichula y las talegas gallegas, aparece pixelada, cubierta con una mancha grande, suficiente para tapar todo en esta crónica apta para todas las edades.  Suficiente decir que se encogen y descuelgan, pero también se siguen enardeciendo y llenando de vida al menor roce con una piel femenina, al mandato irrefutable de la imaginación, y a la furtiva visión de la carne sutilmente expuesta en la habitación, en la calle y en la tele.  Para decirlo en camba: el cuerpo se le hace a uno chicó, a veces, pero también se le hace grandó, sobre todo al paso de alguna pelada en minifalda y miniblusa.

Como ha sido siempre y sigue siendo hoy en día, el comando se activa y la función hidráulica opera de inmediato, al toque, a partir de la visión directa de las protuberancias traseras, que son las preferidas, las piernas torneadas tirando a gruesas, los morocos proporcionales, los pies finos y curveados y la piel morena o por lo menos tostada de la morena.  No se activa mucho la función, sin embargo, a la visión desafiante de senos abundantes y desbordados, y menos aún ante la tragedia de las tetas descolgadas.

Las ya mencionadas talegas, es decir las bolivianas o dindirindongos, bien puestas, en su sitio, se esmeran por no quedar ahorcadas y sofocadas por la presión de los muslos gordos y los calzoncillos apretados, cosa a la que se contribuye positivamente con el uso de calzones tipo bóxer, de colores sólidos, o a rayas, con lunares, corazones y ajíes coloridos y picantes, según requiera la ocasión.

En la parte posterior de la zona borrosa, los glúteos se presentan con hoyuelos, según me dicen, o con los cachetes hundidos, según quien lo diga, y más parecen las nalgas de un perro que los jamones de un cochino. No obstante, se me suele acusar de cochino cuando del mustio orificio central se escapan algunos gases de efecto duradero, esos que producen cambios climáticos debajo de las sábanas.

Saliendo ya de la zona pixelada, las piernas son delgadas y el tobillo casi agudo, como el de un equilibrista, lo que no impide la presencia de várices púrpuras viboreando como sabañones en la región posterior. Todavía no se me han pelado las piernas, que siguen boscosas, y que siguen provocando el comentario que una vez que me vio en bermudas me hizo la cuarta amiga que se nombra en esta crónica: “si así son las provincias, cómo será la capital”.

Los pies, ya llegando al suelo, no tienen ninguna particularidad aparte de su blancura casi nívea y sus champiñones de temporada.

Todo lo nombrado anteriormente está normalmente cubierto por ropa sobria y clásica, nada visible que sea muy colorido ni estampado –prohibido todo lo que no tenga mangas, y proscritas las bermudas enormes, fundilludas y anchas, que lo hacen parecer a uno más zonzo de lo que es.  Para los pies, zapatos de color marrón. Tengo quince pares, solo dos pares negros, entre 41 y 42 de talla, según la procedencia. En realidad mi medida es entre 40,5 y 41. Algunos de mis zapatos ya tienen quince o más años de existencia, y el más nuevo unos dos. La mayoría son viejos pero dignos, y se resisten a ser llevados a la bolsa de la basura o a ser donados de la misma forma que de tanto en tanto ocurre con mis camisas y pantalones, que me hubiesen podido durar quince años más si no se me hubiese crecido la panza, o si no me hubiese dado flojera ir a la costurera a que les cambie de lado el cuello y les devuelva los botones caídos en batalla.

De las ideas no decimos nada, no hay para qué hacerlo, para eso están los tres libros publicados, los casi cuatro años de crónicas dominicales en El Deber, y el establog semanal, además de artículos sueltos por diversos lados. Pero no podemos dejar de afirmar que las mismas, las ideas, provienen de un enmarañado de cables cerebrales, algunos de los cuales deben estar pelados. Del apego y el desapego, de los éxitos y fracasos en la agropecuaria ya lo dijimos todo en la entrega de la semana pasada, y no hay para qué repetir nada.

Del genio tampoco decimos nada, pues generalmente no estamos con buen genio como para hacerlo. Podemos sí, hablar de la memoria, que se escurre con un rumbo que parece dirigirse al mar de Alzheimer…Podemos hablar sí, del apetito, que se come y se bebe todo lo que pilla a su paso, mientras más grasoso mejor, mientras más fritura mejor, mientras más comida japonesa mejor, pero siempre con un par de huevos fritos y con el kétchup a la mano...Claro que eso está cambiando un poco a partir de un aviso que me mandó el cucharón, al parecer cansado de tanto ir a la fuente. Del apetito sexual ya hemos ofrecido unas pinceladas en la zona pixelada…

Podemos hablar, sí, del corazón, que a pesar del infarto de miocardio se mantiene fuerte y firme, dispuesto a salir a trapichear un parque cinco días a la semana, de 05:45 a 06:15, en la mañana, cuando la luz y el aire del verano todavía están sin estrenar.  Pero el corazón no solo sirve para bombear, también sirve para querer, se esmera por aprender a amar y aún abriga esperanzas de ser amado.  Dos hijos, varón y mujercita, y una mujer, son los que me tienen que querer y aguantar, pero sobre todo a quienes yo debo querer, por el resto de mis días.

Por eso escribo, para expresar amor y para que se me quiera un poco más.  Por eso hago esta especie de identikit, de retrato hablado –más bien escrito–, para no olvidarme de cómo era yo antes de las fotos y antes de que el engaño artero e inclemente del ‘photoshop’, el de la cirugía plástica, de la metáfora literaria o del exorcismo que expulse mis demonios se atrevan a retocarme.

Por eso escribo, antes de que solo me quede un soplo de inspiración para elegir un epitafio de la lista de mensajes finales propios que ya tengo preparada…y para cuyo uso labrado en mármol espero que falten por lo menos otros cuarenta y diez años más.

riopalo1962@yahoo.com

domingo, 23 de diciembre de 2012

VIVENCIAS AGROPECUARIAS

La crónica de hoy será más larga de lo habitual, quizás en preparación a la de la próxima semana que, por su carácter especial, tampoco podrá ser muy corta.

Hablaré hoy sobre mi vocación y vivencias agropecuarias que han sido, cuando menos, confusas.  Rubro por rubro, en las líneas que siguen les transmitiré los resultados y avances, las certezas y tribulaciones de mi actividad productiva actual y pasada.  Algunas son afirmaciones, otras son preguntas:

Si los que cultivan ajo son ajeros, y los que siembran cebolla son cebolleros, me pregunto, ¿qué seré yo, que todo el tiempo produzco ajos y cebollas?  O, ¿qué seré yo, Maestro, que me especializo en la cría de ovejas negras de doble propósito, mitad para lana y mitad para descarriar mansas corderas?

Veremos que soy, finalmente, cuando analicemos todas mis actividades:

En los cultivos industriales, los del agronegocio, socio, mis experiencias con la soya no se truncaron con la llegada de la roya, y todavía sigue siendo la joya de la corona de la única reina de mi corazón, mi hija Pitoya.

Cultivo el mejor maíz del país, mejor que el del maizal de al lado, y cada año tengo que salir a buscar chala para cubrir la impúdica y cabelluda punta que queda al descubierto en cada una de las hasta seis mazorcas que me da cada planta. 

Sembré trigo, nació bien, creció bien, macolleó bien, espigueó bien, maduró bien, pero luego vinieron y se lo comieron tres tristes tigres que me saqué en una rifa.

Quise cultivar arroz pero me asusté con la posibilidad de que me lo cambien de destino y en lugar de ir a parar a silos o peladoras de arroz locales vaya a terminar en los ubicuos almacenes de dircabibi, la dirección de cambio de bienes por billetes o, como dicen algunos, que se embarque el arroz con destino a la isla de otro barbón que no se llama Ostreicher.

Eso sí, mi producción de hongos anda viento en popa, y es dependiente, precisamente, de la falta de viento y aire en la zona del cuerpo en la que produzco mis champiñones.

Mi cosecha de café fue excelente, me llené de plata, me lo bebí todo y nunca más pude dormir, ¡lo juro!,  nunca más pude dormir solo.

En la industria sucro-alcoholera, mi preferida, planté caña y me nacieron cañones, y tuve que dejar de hacerlo para poder conservar la paz con mis vecinos.

Ya en la rama de la horti-fruticultura, la poda de ramas, justamente, me produjo resultados dispares y disparates:

Metido a fruticultor, tuve que hacer una plantación de naranjas y manzanas para poder hacer las cuentas, para que las mismas  me cuadren, y para descubrir que la manzana podrida no estaba en mi media naranja.

Planté, sin embargo, achachairuses, y hasta ahora solo he cosechado ácidas críticas, ni siquiera agridulces comentarios, como yo esperaba.  De aquí a unos años, cuando vuelva a ver el achachairusal, me iré a Australia para aprender su cultivo.

Algo parecido sucedió con mi huerto frutal mixto y consorciado de guapurú, guayaba, guabirá y guapomó, que solo me dejó un aguaguaguaguado poema.  El resultado fue agridulce, pues a la morena que se lo dediqué le gusta que la halague, pero no que la empalague.

Por mi plantación de mangas me llamaron manguero y por la de yuca, yuquero. Lo primero implicaría que yo sea extremadamente pedigüeño, sableador, y lo segundo que sea mentiroso y, no les miento, no soy ni manguero ni yuquero, a lo sumo meto de vez en cuando una yuca y, como ya no fumo, ya no les mangueo cigarros ni a mi hermano ni a mis amigos.

A propósito del tabaco, la plantación y el consumo se plantó el día que me dio un infarto.  Debí dejarlo el día que Philip Morris mató a mi padre.  Para bien o para mal, Philip Morris y John Deere son los dos gringos que más han influido en mi vida.

En el tema de las verduras o, más propiamente, las hortalizas, los resultados fueron variados: Cuando me dediqué a sembrar berenjenas me metí en un berenjenal, y salí todo lastimado, sin siquiera una berenjena rebosada en la mano.  Ya cuando me dediqué al rábano, a nadie le importaba nada, y no era verdad que el rábano encrespa las pestañas, como decía mi padre.

La situación con el tomate es de cuidado. Tomate uno, tomate dos, tomate tres ‘bloody marys’ y se te puede ir al tacho toda la plantación de tomates, aunque el catolicismo siga intacto, como me pasó a mí.

Por un zapallazo fue buena mi cosecha de zapallos, y todos se vendieron para una nueva festividad que nos acaba de llegar, recién importada, y que se llama algo así como jalogüin.  La venta fue muy güena, no obstante que era el día de los muertos.  

Y como todo es un carnaval, producir pepinos es una buena idea en estos tiempos en que en el país mandan un par de  papayos machos.

En la ganadería mayor, sabemos que el ganado es al ganadero lo que el perdido al agricultor. Estas han sido mis experiencias:

Crié burros y se subieron al corredor, crie caballos de carrera, cuarto de milla y, por una cabeza, se dejaron ganar con el caballo del corregidor. Y por último, crié una mulita trotona que me tiene corriendo atrás de ella, haciéndole lances a sus patadas.

Criaba vacas holandesas, para leche, pero tuve que dejarlo porque los vaqueros no entendían el idioma. Seguí, sin embargo con las vacas, y además puse una curtiembre para aprovechar sus cueros, pero también tuve que abandonar porque todos los zapatos me salían bicolores, blanco y negro, y solo los payasos se asomaban a comprarlos.

Y por criar ganado de raza me llamaban racista. Quise, entonces, criar ganado mestizo, pero me dijeron que lo mestizo no existe y no figurará en el censo ganadero. Ahora no sé qué hacer, quizás tenga que criar jochis y taitetuses, que a las llamas y vicuñas no les entiendo.

Ya en la cría de especies menores, mi suerte estuvo signada por la cría de conejos de la suerte, que tenían que ver la muerte para entregar sus colas de mis llaveros de exportación. Lo demás llenaba las ollas locales con unos falsos conejos de chuparse los dedos.
  
Una frustración mayor, sin embargo, es que nunca pude empezar un negocio avícola, porque sigo sin saber si primero es el huevo o la gallina…

Pero yo igual seguiré en la faena. Y si planto especias tendrán que ser especies especiales específicas, previo estudio del mercado, aunque a nadie le importe un comino.

Como verán, he explorado muchos rubros, y en algunos me ha ido bien, y en otros no tanto.  Seguiré buscando más éxitos y la revancha de mis fracasos, aunque el mundo antiguo ya se acabó antes de ayer. 

A propósito, los que organizaron el acto del fin del mundo, en el Titicaca, en el fondo son buenos, pero no se cayeron al fondo y, salvándose, espero no nos hundan a todos los demás.  Aunque según dicen, ellos inauguraron una nueva era de paz y amor a la que inclusive yo me tendré que sumar…¡Feliz Navidad!

riopalo1962@gmail.com

domingo, 16 de diciembre de 2012

SABIDURÍA RURAL

Habiendo interrumpido, por fin de año, la entrega de crónicas serias y muy técnicas, prosigo hoy con la serie liviana iniciada hace un mes. Advierto de entrada a mis lectores más recatados, entonces, que la entrega de hoy está bastante prosaica, no tanto por su relación con la prosa sino por su apego a lo insulso y a la vulgaridad.  De hecho, el artículo de hoy contiene algunas expresiones y manifestaciones de machismo, así como abundantes alusiones a lo escatológico, como suele suceder cuando los hombres nos despojamos de las buenas maneras y nos ponemos a conversar sin tapujos, en el campo. 

La vida en el campo, que no practico ya, me dejó momentos inolvidables, me permitió conocer personajes extraordinarios, y me dejó, a través de estos, frases célebres que creo indispensable compartir para que semejantes extractos de sabiduría no se vayan conmigo a la tumba.

Las frases que ofrezco hoy no provienen de una sola persona y son, más bien, una selección de las frases que más me marcaron porque en su sencillez, e inclusive en su ordinariez, encierran en algunos casos filosofía de alto vuelo que se comunica con palabras simples, como ocurre con las cosas buenas.

No identificaré a los dueños de las frases para preservarlos de cualquier interpretación malintencionada, pero aclaro que las frases, los personajes y las anécdotas son reales, y ninguna de ellas viene de mi propia cosecha…ya quisiera yo tener la capacidad de producir personalmente frases como estas.

 “Cuidado con los tigres, no los vayan a pisar”, nos decía un entrañable amigo cada vez que entrábamos a inspeccionar cañaverales.  Poco tiempo nos tomó darnos cuenta de que la advertencia no se debía a que los tigres durmieran la siesta en los cañales, donde los que yacían horizontalmente eran otros entes de color amarillo y negro, overos, de los que si uno no se cuidaba salía pringado hasta las corvas.

Si uno se salvaba de los tigres, era poco probable que se salve de los mosquitos, sin embargo, por mucho que se llevase repelente.  No por nada este otro amigo del campo, burlándose de la eficacia de los repelentes para los visitantes urbanos, muerto de risa, nos advertía que “aquí los mosquitos se han criado con repelente”, como si el repelente fuese la leche que los nutrió toda la vida.  De hecho, a los que más perseguían los bichos era a los que más se embadurnaban de repelente.

Gran observador de las relaciones modernas entre hombres y mujeres, un pariente bastante inclinado a lo procaz nos comentaba a sus sobrinos que a las nuevas parejas de uno “es más fácil tirárselas que peerlas”, y nos animaba a azulearlas cuanto antes, que eso era lo realmente importante, pues lo demás ya se daba por descontado, venía por añadidura, y las ofendía menos.  Entre los sobrinos del hombre había, por supuesto, diferentes versiones respecto al grado de dificultad de cada una de las dos opciones.

Este otro colega no es el autor de la frase, pero fue el que me la comunicó y, por lo tanto, al que se la adjudico, sin dudarlo un instante. “Ni caga ni sale del monte”, me dijo por otro que, a diferencia de nosotros, vacilaba un montón a la hora de tomar decisiones. Creo que la víctima ocasional de la frase no ha salido del monte todavía, a pesar de que ya han pasado uno 25 años que lo dejamos ahí.

El uno no salía del monte y el otro acaba de entrar, sin avisar para qué, y yo lo seguí a corta distancia, hasta que lo cansé de mi falta de tino, al parecer, y lo obligue a decirme “no me sigás, ¿o querés ser el padrino del trozo?”.  De inmediato dejé de seguirlo, claro, que a mis doce años yo no estaba para padrinazgos.

Me quedé, entonces en el camino, y me largué yo mismo un sonoro flátulo que salió con una tonada musical que hizo empezar a zapatear a otro que, quedándose a medias con el zapateo, me dijo “ya pues, tocalo entero pa’ que lo baile”.  La música se acabó, sin embargo, y la incontenible risa no me permitió reanudarla.

El camino era largo, y a lo largo de la cuneta aparecían cantidades considerables de guayabos. “Esos guayabos han sido sembrados a culo, no a punzón”, me dijo este amigo, pensando en los campesinos que se agachaban con los pantalones a los tobillos apenas saltaban la cuneta.  Yo, sin embargo, creo que los sayubuses también pueden haber hecho su parte, aunque fuera al boleo.

Y así es como hemos llegado al final del año y de esta crónica, “empujando con la barriga”, como quien hace las cosas con desdén, sin dignarse siquiera a utilizar las manos.  

Recuerdo decenas de otras frases más comunes pero menos vulgares, y no las quiero poner aquí para no arruinar esta fina antología.  Volveré en algún momento con otras frases célebres, a medida que las vaya recordando.  Mientras tanto, sigo en la ciudad, atrapado por el hombre, pues como dijo un famoso, “Dios hizo el campo, y el hombre la ciudad”.

riopalo1962@gmail.com

domingo, 9 de diciembre de 2012

EL MAIZAL DE AL LADO

Es muy común y propio de la naturaleza humana ver que el jardín, la fachada de la casa o los árboles del canchón del vecino están mejores que los de uno, por lo menos a simple vista. Con un poco de envidia y provocado por el desafío, uno tiende a verlo así, aunque no lo comente, pues admitirlo sería aún más duro que solo constatarlo y sería, más o menos, como volver a ser derrotado.

Tal vez si se hicieran mediciones objetivas de lo que uno ve el resultado sería distinto, inclusive contrario a lo que uno ve pero, ni modo, uno lo ve, y lo que uno ve es lo que vale, lo que se ve se anota, aunque a uno no le guste nada reconocerlo.

A algunos la constatación les provoca de inmediato la idea de destruir aunque fuera mentalmente el éxito del vecino, a otros le provoca la idea de imitarlo y a muchos, el desafío de superarlo, pero nadie queda indiferente.

No sé si a usted le ha pasado o no, pero es muy frecuente que uno vea siempre que el chaco del vecino es mejor que el propio…El maizal de al lado– ese que se ve mejor que el de uno, ese que uno ve hasta con más de cuatro choclos o mazorcas bien formadas por planta, al que el gusano no ha tocado, que tiene la caña firme, hojas bien verdes y la más rubia y abundante cabellera saliendo por la punta del choclo y haciendo notar que la chala le quedó chica a semejante espiga–, es siempre un maizal estimulante. 

Mientras su estímulo sea bueno, todo bien. Pero lo más frecuente es que el estímulo sea negativo, y se descuide uno con la reja, la deje abierta y se entren las vacas a atropellar y comerse el maizal del vecino. Lo más común es que se apegue uno con su bolsa y esta se llene automáticamente de choclos para una tamaleada no prevista. Lo más habitual es que el maizal del vecino se encariñe con la yeguada de uno y le ofrezca voluntariamente el güiro sin que el vecino se entere.

¿No le parece que es muy común esta historia del maizal de al lado? ¿No le parece que sería bueno dejar de sentir envidia por el maizal de al lado? Son tiempos de paz y reconciliación, de desearle lo mejor al prójimo, de reconciliación entre familiares y amigos…y enemigos. Y lo mejor en estos tiempos y en todos los tiempos es cultivar mejor el maizal propio, cultivarse a sí mismo, darse mejor nota, creer en el esfuerzo propio,  eliminar la envidia, comprender que la carrera no es contra los demás sino contra uno mismo.

Ya lo sabe, es tiempo de Navidad, no mire con envidia el maizal de al lado.  Y si no puede evitarlo, y vuelve a ver que el maizal de al lado está mejor que el suyo, a lo sumo mándele a su vecino un mensaje de buena vecindad, sea amistoso y pregúntele si ya colgó sus bolas de adorno, invítelo a su casa y dígale que sin el burro no está completo el pesebre, devuélvale bien envuelta la misma corbata que él le regaló el año pasado, u ofrézcale tocarle el wiwichu a su mujer y proceda: wiwichu a merry crismas, wiwichu a merry crismas, wiwichu a merry crismas an a japy niu yir… ¡Feliz Navidad!

riopalo1962@gmail.com

domingo, 2 de diciembre de 2012

LA AGROPECUARIA Y LOS DIOSES

El hombre de campo de antes la tenía clara. Sus ceremonias y plegarias iban todas dirigidas a la consecución de fines prácticos e inmediatos. Se dirigía a Pomona para que las peras creciesen bien en su huerto, a Saturno para que le auxiliase a sembrar, a Ceres para que le permitiese cosechar, a Estérculo para que las vacas fabricaran y depositaran suficiente abono en los campos.

El hombre de antes la tenía muy clara, mientras que el de hoy parece que no tanto.  Actualmente hay mucha confusión, mucho río revuelto y ganancia de pescadores, muchos semidioses y muchos peligros acechan a quienes obedecen sus designios.  Hay, de hecho, pescadores que extorsionan y cosechan arroz sin sembrarlo, en cantidades suficientes para festejar todas las bodas del mundo durante un año, en volúmenes suficientes para alimentar una buena parte de África por unos varios días. Tienen estos semidioses artes y mañas propias de seres superiores, pues con un toque imperceptible de sus varas hacen desaparecer productos en un santiamén –tienen predilección por  el arroz de marca Ostreicher–, sin dejar rastro alguno, según creen ellos.

¿A quién se dirige, entonces, hoy, el hombre de campo cuando quiere expresarle sus angustias, cuando necesita compartir sus quebrantos o encomendar su futuro? ¿Con quién habla –aunque sea metafóricamente–, cuando necesita que llueva o requiere que no llueva?  ¿Será que busca un santo especializado, o será que limita sus consultas a la lectura de los pronósticos del satélite meteorológico de su predilección? ¿A quién busca cuando le cae la plaga, cuando las pestes y las enfermedades se ensañan con sus cultivos y ganado? ¿Será que hay alguna adivina avivada que cosecha de los bolsillos de los agricultores afligidos y les hace creer que la cosecha será más buena mientras más le aflojen la plata? ¿Será que existen todavía esos otros avivados que santiguan cultivos a cambio de partes anticipadamente pagadas de la futura cosecha? ¿Será que en nuestro medio existen ya los que creen en los yatiris y a ellos les hacen cargo de sus éxitos y fracasos?

En nuestros tiempos, cada santo tiene su tarea, y a San Pedro se le encargan las lluvias, a San Isidro Labrador que bendiga los campos y a los agricultores, y a San Daniel para que nos libre de la mala racha económica. ¿Será que los agricultores y ganaderos usan la oración de Caramanchel para calmar y alejar a los acreedores?, ¿será que recurren a San Dimas para recuperar las reses y los arroces (así les dicen algunos pobres periodistas) perdidos? ¿Será que siguen acudiendo a San Juan Bosco para pedirle que Muyurina no deje de sacar técnicos agropecuarios suficientes, buenos, pensantes y practicantes, como para soportar el crecimiento de nuestro campo?

Cómo será, ¿no? Hay un santo que hace funcionar todo, se llama San Washington y tiene unas estampitas verdes, de corte legal, que cuando se usan en fajos operan milagros, vuelven la noche día, la seca la convierten en riego de pivot central y tienen un poder inconmensurable ante la falta de decisiones políticas y judiciales.

Pero hay otros santos y dioses muy poderosos también. Como van las cosas, el Dios máximo lo acumula todo, concentra el poder total y es a él al que hay que encomendarse, nalgas y todo.  Tiene el mismo nombre de la primera mujer, la que se comió la manzana –otros dicen que lo que se comió fue un miembrillo–, pero en masculino.  Tiene el poder de decidir que la Pacha Mama lo confunda todo, que maldiga sin pruebas suficientes a los transgénicos, que convierta el principio precautorio en fin perentorio, y que mude el centro de origen de las especies. Tiene el poder de arruinar grandes propiedades productivas sepultándolas bajo el mote de latifundios, aboliéndolos de la faz de la Tierra –otros dicen que él mismo tiene propiedades inmensas, con sembradoras y cosechadoras del tamaño de un estadio, pero yo no lo puedo atestiguar ni testicular.  Tiene el poder de decidir que el poder se lo entrega a otros, y por eso lo ha entregado a unos cuantos que hacen lo que les da la gana –otros dicen que no tiene ningún poder y que en realidad es rehén de una cáfila de mangueros. Otros dicen, aún, que los mangueros están divididos y que cualquier rato nos regalarán deliciosos trapitos sucios que se mostrarán entre ellos y no los conseguirán lavar dentro de la casa.

La cosa está fea, y cada uno que busque a su Dios, a su santo y a su santiguador, aunque mejor sería que todos los que somos de aquí o los que han venido aquí con buenas intenciones, nos encomendemos a la virgencita de Cotoca que, siendo Ella del campo, es la que más de cerca ha visto cómo se ha desarrollado nuestro campo.

Ella lo puede todo, pero si acaso está muy ocupada o distraída, a los agricultores y ganaderos no les quedará otra que, como novias afligidas, dejadas o quedadas, recurrir a San Antonio, que consigue novio a sus devotas que, postradas a sus pies, le dicen: San Antonio bendito, mándame un noviecito, convenga o no convenga, ¡pero que venga!

domingo, 25 de noviembre de 2012

DESTINO IMPREVISIBLE

Seguimos hoy la estela de lo publicado la semana pasada y, hablando de la imprevisibilidad de la que hicieron gala de bolivianos puros en el frial y churrasquería que sacamos a bailar en público en la crónica anterior, nos metemos a explorar la posibilidad de aprovechar lo imprevisible como atractivo para el turismo.

Sí, eso mismo: siendo que  nuestro país es el campeón de la imprevisibilidad, ¿no será que es una buena idea asumirlo oficialmente y vendernos ante sociedades más ordenadas y previsibles como el destino turístico de sus sueños?

Admitámoslo de entrada: los que vivimos en el reino del desorden, unos más que otros, vivimos renegando, unos más que otros, abominamos el exceso de desorganización, unos más que otros, detestamos las arbitrariedades, unos más que otros, odiamos el caos, unos más que otros, hallamos insufrible la suciedad, la mala imagen y el mal olor, unos más que otros, consideramos insoportable la falta de autoridad y el exceso de anomia, unos más que otros, vivimos estupefactos por el cinismo extremo de la informalidad, de los que bloquean, invaden, traban, joroban y joden la pita, unos más que otros, y observamos apenados, tristes, cabizbajos, cariacontecidos, patidifusos y con ganas de irnos, que los burros se hayan subido al corredor, unos más que otros.

Pero observamos también que los que viven en el reino del orden ya están aburridos de hacerlo, hartos de que nunca les pase nada que no estuviera previsto, de que existan y se respeten las reglas, de que los procedimientos para lo habitual estén establecidos y se cumplan e, inclusive, de que cada circunstancia adversa, por muy impensada que esta fuere, tenga ya una solución prevista y escrita en algún protocolo o manual.  

En la vieja Suiza, por ejemplo, donde los trenes llegan puntuales, donde las autoridades son correctas, donde no hay pretextos ni excusas, ni tiene valor el ‘fueque’, donde los mozos de restaurante son prolijos –aunque arrogantes y maleducados con los sudacas–, donde los taxis y taxistas, los micros y micreros (tranvías y tranvieros, quiero decir) son limpios, dignos, sin cumbia villera, donde los edificios públicos son decentes, ordenados, con orgullo nacional, donde las carreteras son bien cuidadas, donde ya deben estar hartos de tanta previsibilidad, de tanta normalidad y de tanto orden, sus ciudadanos ya no quieren más ver praderas limpias, de postal, como si allí las vacas no tuvieran un metabolismo que culminara con la expulsión del jumbacá, sin salpicarse siquiera los tobillos.

Bolivia podría ofrecerle a estos pobres señores paisajes llenos de bolsas plásticas, la aventura de surfear o hacer zigzag y trasbordo por carreteras bloqueadas, de esquivar dinamitazos en las calles, de conocer el estimulante escenario del amanecer en las chicherías, de participar en congresos de pandillas, de andar con droga sobre el asiento del pasajero, de comprar en mercados exclusivos de cosas robadas, de visitar cárceles en las que mandan los presos y la plata, de ser llevados ante jueces pintadas y vestidas como prostitutas y abogados con las guayaberas metidas en los pantalones.

Bolivia podría ofrecerse, pues, como destino de aventura extrema donde lo único previsible sería la imprevisibilidad anticipada por la publicidad: “Visite Bolivia, tierra de lo impredecible”, “Venga a Bolivia y sea sorprendido”, “Sorpresas y Bolivia, un destino común”, todo lo demás sería espontáneo, súbito, inesperado.

Acá no tendríamos que hacer nada, simplemente seguir viviendo como siempre, sin necesidad de esforzarnos en mejorar.  Nada de cambios, ya que si queremos cambiar las cosas arruinamos el negocio, si nos componemos la embarramos, tendríamos que seguir igualitos, improvisando todo, desordenados, caóticos, cambiando el rumbo según comande la calle, siempre para peor.

Tendríamos que persistir disciplinadamente en la falta de carne y huevos en las churrasquerías, en el concepto de que la autoridad no es un servidor sino alguien que nos hace un favor, en la idea de que todo lo que nos estorba en el auto hay que tirarlo a la calle, de que las leyes son para violarlas o manipularlas, de que los pacos deben ser desaliñados y petacudos. Seguir creyendo que los mercados deben ser sucios y pestilentes, que las calles son para los autos y los peatones para su casa, que las señales de tránsito, donde las hay, son adornos del paisaje. Tendríamos que insistir, en suma, en comportarnos precisamente como un paisaje y no como un país, como un paisanaje y no como una nación ordenada y próspera.

Mejoran los índices económicos pero no peligra nuestro estatus de paisaje desordenado y folklórico, de manera que no hay riesgo de que otro país del continente se nos ponga adelante para atraer el turismo de lo imprevisible. Algún país africano, quizás, pero el turismo alcanza para todos, y con una parte de los gringos hastiados del orden ya nos sería suficiente.   

Se puede, pues, hacer del turismo una de nuestras más importantes fuentes de ingreso. Sigamos como somos, que vamos bien. Aunque, como dijo Mark Twain: “Todas las generalizaciones son falsas…, y esta también”.

riopalo1962@gmail.com

domingo, 18 de noviembre de 2012

CARNE Y HUEVOS

Concluida la semana pasada la segunda serie sobre caña de azúcar que se publica en este establog, abordamos ahora temas más livianos, ya metiéndonos en el clima de las vacaciones de fin de año.  Y empezamos con una anécdota que me ocurrió este año, en un almuerzo que me tocó pasar fuera de casa…

El letrero a la calle anunciaba la poco común fusión de un frial y una churrasquería, siendo el primero una venta de carne, y la segunda un restaurante especializado en carnes, al parecer un negocio redondo, cuyo círculo se cerraría por completo si el propietario también fuese ganadero, cosa que ignoro.

Aunque el pueblo era en el que me había criado, por la hora ya avanzadita de la siesta no convenía que me arrimara a la casa de algunos de los parientes o amigos de mi pueblo a buscar descaradamente el almuerzo, por lo que decidí parar a ver qué se podía comer en el tal negocio híbrido de carne y carnes.

Estaba ya con bastante hambre, y tenía ganas de comer un buen bife por lo que, apenas se acercó la empleada, sin carta alguna en la mano, le pedí que me preparara un bife a caballo, es decir montado por dos huevos fritos.

Ahí empezó Bolivia a mostrarse con todo su esplendor: La empleada me dijo que el dueño le había dicho que no le toque la carne. Le y me pregunté, entonces, cómo era posible que en un negocio de carnes, ya sea como frial o como restaurante, no hubiese carne como para preparar un bife. La empleada respondió que la carne estaba encargada, es decir que ya tenía dueño, y que el señor se enojaba si ella la tocaba, es decir si le metía mano para ofrecérsela a los comensales del restaurante. Le insistí, sin embargo y, ante su silencio, no me quedó otra que preguntarle qué otras opciones tenía.  Me respondió, entonces, que me podría ofrecer el plato del día, un guiso de papalisa, o un par de platos más, también guisos, como saice y asado en olla. 

Al parecer no había para qué seguir preguntando, las órdenes eran categóricas, no había que tocarle la carne al dueño, el empresario frialero-churrasquero quien, por supuesto, no se encontraba en el lugar para reclamarle o persuadirlo de que dejara a la empleada y a la vez cocinera tocar la carne, por lo que opté por la papalisa. 

La papalisa me gusta mucho, desde antes de que se anunciara como el equivalente criollo del viagra, y me pareció una buena alternativa. Eso sí, ya que la sirven normalmente con arroz, exigí que viniera acompañada del mismo par de huevos fritos que había pedido con el bife montado.

—Entonces traeme una papalisa con un par de huevos fritos—, le dije a la empleada y agregué: —¿O te ha dicho el señor que no le toqués los huevos?

No sé por qué pero la empleada no respondió, de inmediato se escabulló por el local atropellando sillas y mesas y se fue directamente a comprar los dos huevos a la pulpería de al lado, mostrando nuevamente a Bolivia y a mi pueblo en todo el esplendor de su especialidad máxima: La improvisación. 

Mi esplendorosa patria, y sobre todo mi hermoso pero ya ajeno pueblo, me volvieron a mostrar su brillo cuando la empleada me trajo la cuenta y me cobró un boliviano por cada huevo, la quinta parte de lo que cobran por un huevo en cualquier restaurante michi de la capital.

Carne, huevos, papalisa, viagra criollo y Bolivia se confabularon en mi pueblo para regalarme una sabrosa anécdota de la cual la empleada es la indiscutible reina, y yo el destronado rey…

¡Viva Bolivia y vivan los bolivianos, todos, sean mestizos, petizos o sumisos!  Estas cosas no saldrán en el censo, pero son las que hacen de nuestro país uno de los más singulares del planeta...

domingo, 11 de noviembre de 2012

LAS QUEMAS, LECCIONES DEL VECINO

Termino hoy con el análisis de la interesante noticia sobre quema de la caña de azúcar que inicié la semana pasada, y termino también con esta serie de la caña, pues el ambiente se me ha puesto un poco pesado como consecuencia de mis opiniones sobre la investigación y sobre la tragicómica ley del complejo productivo de la caña de azúcar. Volveré con otra serie, eso sí, al iniciarse la zafra del año que viene, y entonces abordaré otros de los muchos asuntos que atañen a esta importante e interesante agroindustria.

Siguiendo con el análisis de la noticia encontrada en un medio brasileño, veamos el siguiente párrafo:

“As ações judiciais atingem duas importantes regiões produtoras: Piracicaba e Araraquara. Mas há outros pedidos na Justiça Federal, como é o caso de Jales. Na região de Piracicaba, responsável por cerca de 20% da produção do Estado, 17 municípios estão proibidos de cortar cana queimada. A decisão afeta 2.167 fornecedores, 73% deles com áreas inferiores a 25 hectares. Esses produtores não estão preparados para fazer o corte da cana mecanizada neste momento. Se colocar máquinas nesses terrenos agora, haverá uma queda de 25% a 30% na colheita", destaca o presidente da Organização dos Plantadores de Cana da Região Centro-sul do Brasil (Orplana), Ismael Perina. Segundo ele, no momento, muitos produtores não têm condições de comprar uma máquina, que custa cerca de R$ 2 milhões”.

Es inevitable notar en el párrafo precedente que es tan potente el influjo de la caña de azúcar en ciertas regiones, que la mayoría de los municipios reciben el mote de “municipios cañeros”, y el seguimiento se hace a través de esa unidad administrativa, y con participación de la misma.  Será, tal vez, por su sistema federal, en el que hay legislación de alcance nacional pero también otra, y muy pesada, de alcance estadual y municipal, que se cumple y se hace cumplir con el mismo rigor que la legislación federal.

Llama también la atención la gran cantidad de pequeños productores y la dificultad que tienen estos para mecanizar sus labores, pues el costo que se atribuye a una cosechadora de caña, cercano al millón de dólares, si consideramos que el cambio está a dos reales por dólar, es muy alto para ellos, y para cualquiera.  Si el dato es correcto, y eso cuestan de verdad las cosechadoras en Brasil –donde las producen–, imaginemos nomás su costo para los productores bolivianos…unos verdaderos quijotes que se pasan la vida trabajando para pagar sus máquinas.

El punto no es menor, y se debe tener muy en cuenta: Si se pretenden eliminar las quemas, la ruta única es, virtualmente, la mecanización…y con esos precios el reto es enorme y se requeriría de apoyo estatal para la importación y adquisición de la maquinaria. 

"Dezenove municípios estão proibidos de queimar a palha da cana", diz Francisco Malta, da Associação dos Fornecedores de Cana de Araraquara (Canasol). Ele calcula que na região cerca de 10% da cana não será colhida este ano. Seus advogados tentam suspender a decisão, mas até agora não tiveram sucesso.  Os produtores da região de Jaú e Jales também estão sob ameaça. No primeiro caso, uma liminar proíbe a queima. Mas os agricultores conseguiram, temporariamente, autorização para determinados horários do dia, diz o presidente da Associação dos Produtores de Cana (Associcana) da região de Jaú, Eduardo Romão. Segundo ele, a mecanização é um caminho sem volta. "Em dois ou três anos vamos acabar com a queimada. Mas precisamos de tempo." 

La consecuencia de las medidas de suspensión sorpresiva y unilateral de la quema por parte de la justicia es que se queda caña en pie, sin cortar, el cañero pierde plata en el año en curso y la caña pierde mucho valor para ser cosechada el año siguiente.

Otra constatación menor: En Brasil se asignan horarios permitidos para las quemas.  En algunos horarios y bajo ciertas condiciones ambientales está totalmente prohibida la quema en cualquier extensión y tamaño de cañero pero, en casos excepcionales, una autoridad judicial puede suspender temporalmente la prohibición horaria y autorizar la quema.

Señal de país más avanzado, como lo es también la convicción de los propios cañeros de que podrán terminar con las quemas si les dan tiempo para ello. Importante lección, esta, para países menos avanzados, como el nuestro que, cuando les toque, deberán abordar esta problemática de una manera gradual, asumiendo compromisos negociados y basados en información técnica, no política…Aunque a juzgar por lo visto recientemente –hay que decirlo–, aquí prima lo político donde debe primar lo técnico.

Hay que decirlo, aunque el Vice lo anote a uno en su lista negra por hacerlo, aunque nuestro establog sea clasificado como opositor, o aunque el suscrito sea tildado de soñador y de fabricante de propuestas de escritorio y se lo mire como a carne de cogote, como si transformar los sueños en propuestas profesionales fuera digno de pena y vergüenza…

riopalo1962@gmail.com

domingo, 4 de noviembre de 2012

QUEMAS, LECCIONES DE OTRO LADO

Me pareció muy ilustrativa una noticia que encontré en una revista especializada sobre la quema de la caña en Brasil, y decidí extraer fragmentos de ella y colocarlos en esta crónica a la vez que voy analizándolos uno a uno, en preparación a lo que nos puede llegar a nosotros mismos en un futuro no muy lejano.  Veamos, párrafo a párrafo, qué podemos aprender:

“Uma série de ações judiciais movidas pelo Ministério Público Federal tem antecipado o fim da queima da cana-de-açúcar prevista para 2014 e 2017 em algumas regiões de São Paulo. A decisão afeta milhares de pequenos agricultores que argumentam ter mais cinco anos para se adequar ao protocolo de intenções firmado com o governo do Estado”. 

“Hoje, 30% da cana plantada em São Paulo pertence a pequenos produtores, com áreas inferiores a 150 hectares. Para eles, o prazo para eliminar a queima de cana é 2017, segundo protocolo assinado com o governo paulista. Acima desse porcentual, em canaviais próprios das usinas e com declividade inferior a 12%, a queima terá de acabar em 2014”. 

Primera parada, primeras constataciones: En Brasil, más concretamente en el estado de São Paulo, los cañeros y las autoridades firmaron un acuerdo voluntario para reducir las quemas y eliminarlas totalmente en los terrenos y extensiones que fuera posible, en plazos diferenciados determinados por las capacidades reales de los productores. Recuerdo haber leído y compartido con ustedes antes que los propios cañeros plantearon luego un acortamiento de los plazos, en un gesto muy generoso de compromiso con el medio ambiente, con la población, y en una demostración de su poder para modificar hábitos mediante la mecanización.  Recuerdo también haber comentado que la consecuencia social de la mecanización la atendieron con un programa de capacitación para la reinserción laboral, aunque parcial, de la mano de obra que queda cesante por la mecanización.

Productores y autoridades se habían propuesto una meta conjunta, consensuada, respecto a la quema de la caña,  y la Justicia desatendió el acuerdo y  tomó medidas por su cuenta, unilateralmente, en pro de un supuesto bien mayor.

“A medida, embora positiva do ponto de vista ambiental, tem várias implicações na safra atual, que está 11% menor no Estado. Uma das preocupações é perder o momento da colheita, já que o corte da cana crua é mais demorado. Com a proximidade do período chuvoso, produtores têm até novembro para concluir a colheita. Em alguns casos, só metade do canavial foi cortado. Nesta época, era para estar em 80%.  "Vai sobrar cana em pé. O pior é que os produtores ficarão sem renda para a plantação da próxima safra", lamenta o presidente da União da Indústria da Cana-de-açúcar (Unica), Antonio de Pádua Rodrigues”.

Segunda parada, más constataciones: La medida tiene implicancias positivas y negativas.  Las positivas vienen del lado ambiental, indiscutiblemente, pero hay serias consecuencias negativas del lado social y económico, pues se afecta la economía de los productores, muchos de ellos pequeños, y se incide malamente sobre la cosecha actual y la de los años siguientes, afectando así la economía nacional.  Si se habla de sostenibilidad, no se puede ni debe favorecer una de sus patas en detrimento de las otras dos –o tres, según quien lo mire.

“Além disso, exigem que os agricultores apresentem o Estudo de Impacto Ambiental (EIA-Rima) para obter a licença. "É uma ingerência na decisão do Estado", diz Pádua. O procurador da República, Thiago Lacerda Nobre, que pediu a suspensão da queima de cana em Jales, diz que os estudos de impacto ambiental deveriam ser feitos a cada ciclo da cana, de cinco a seis anos”. 

Tercera parada, siguen las constataciones y mis opiniones al respecto: En Brasil se exige estudio de impacto ambiental hasta para los cultivos agrícolas.  Vamos con calma, despacio que estamos apurados, y antes de ponerle más obstáculos y exigencias a los productores, ensayemos unos cuantos años a darles incentivos y apoyo real para que mejoren sus índices productivos.

"Ninguém é a favor da queima. O que não pode é haver uma proibição de forma tão abrupta, especialmente num momento de carência de matéria-prima e perda de produtividade", diz a secretária da Agricultura e Abastecimento do Estado de São Paulo, Mônika Bergamaschi. Na avaliação dela, neste momento as ações comprometem o desenvolvimento de regiões inteiras. "O protocolo entre governo paulista e o setor foi pensado do ponto de vista ambiental, social e econômico." A secretária argumenta que o prazo para o fim da queima tem o objetivo de preparar a região e o trabalhador para outras atividades econômicas”.
 Autoridades estatales y cañeros manifiestan abiertamente no estar a favor de las quemas, pero expresan claramente y con toda legitimidad y firmeza, que la cosa debe ser gradual, que no se debe atentar contra la parte económica ni social, ni se deben desdeñar los acuerdos formales alcanzados de forma ejemplar en el estado de São Paulo.

La noticia sigue, lo que se acaba es el espacio de esta columna semanal, por lo que la seguiremos la próxima semana, no sin antes dejarles una constatación y una reflexión final: El asunto es serio, y por ello debe ser tratado con seriedad, sin autoritarismo y en diálogo constructivo con los actores directos, que son los que le entienden al mambo.

Todas lecciones muy útiles que deberíamos capitalizar para, sin complejos, empezar a acercarnos a los que en nuestro país toman o tomarán este tipo de decisiones, negociar plazos y maneras realistas para manejar el asunto.  Lo que no podemos ni debemos es quedarnos de brazos cruzados pensando que a nosotros el tema no nos llegará…yo no quisiera ser cómplice de que nos llegue y nos encuentre desnudos y con las manos en los bolsillos, tal como está ocurriendo con el famoso tema del aporte para la investigación…

riopalo1962@gmail.com