martes, 27 de diciembre de 2011

TIEMPOS DE PAZ, TIEMPOS DE CUMPLIR LA LEY


Ya sé que había prometido dedicarme a escribir sobre temas más ligeros en estas fiestas de fin de año, pero antes de mandarme con una nueva entrega de las dulces y agradables, me veo obligado a entregarles una de las amargas.
Hago, pues, un alto en la pausa de fin de año para ofrecer algunas reflexiones sobre un tema muy serio y vigente: el concepto de que el más débil tiene derecho a todo y está por encima de las leyes, lo que invita a muchos a disfrazarse de más débiles. Lo dicho arriba se observa cotidianamente en numerosos actos de irrespeto por la ley, con una marcada preferencia por la invasión de propiedades, principalmente tierras y centros productivos.
De la misma forma que defiendo el respeto por la propiedad pública y me he dejado más de una vez la piel en la defensa de las áreas protegidas, por ejemplo, soy un firme defensor de la propiedad privada con función productiva y social.  Creo, por otro lado, que sin respeto por la ley no hay paz…y eso es lo que trato de explicar a continuación.
La literatura y, sobre todo la poesía, no son otra cosa que juegos en los que se tratan de armonizar las palabras, las ideas y los sentimientos. Es cuestión de estilo si esta armonía poética y literaria se plantea directamente o si, más bien, se la propone de forma indirecta y furtiva.  Para algunos, las ideas se fijan mejor si vienen dichas de forma abierta y para otros, si vienen como metáforas.  Por eso es que algunos recordamos todavía con algo de estupor expresiones aparentemente contradictorias como “si quieres paz, prepárate para la guerra”, o preguntas inocentes como “¿cuántas guerras tendré que vencer por un poco de paz?”.
Pero en estos tiempos de Navidad y fin de año que vivimos, en los que supuestamente todos buscamos la paz, es mejor dejar de lado las metáforas y hablar simple, directo y claro, expresando el deseo de que la paz se instale en la casa de todos, en nuestra amada región y nuestro querido país.  
Decirlo con claridad es relativamente fácil…pero, ¿cómo se logra el cometido de vivir en paz? Una respuesta muy sencilla pero que por serlo es poco tenida en cuenta y, por tanto, es poco habitual en su aplicación, es que la mejor forma de contribuir a la paz es respetando al otro y cumpliendo uno con la ley.  Obviamente, si uno lo hace, si uno respeta y cumple la ley, entonces espera que todos los demás también la cumplan, y que las autoridades se encarguen de hacerla cumplir.
Considerando que cumplir con la ley quiere decir respetar los derechos de los demás, la invasión de los terrenos de Muyurina es un caso en el que, lamentablemente, los invasores han cometido un acto de irrespeto por los derechos ajenos y por la ley. Simple y llanamente, unos malvivientes se han aprovechado de la pasividad y el pacifismo cristiano de los sacerdotes y hermanos Salesianos y se han apoderado por la fuerza de terrenos que no son de su propiedad.
Gente amañada, avivada, acostumbrada al mal, ha cometido un acto ilegal contra gente de bien. Y por eso mismo, desde esta columna, con espíritu cristiano, con vocación pacifista, de repudio a la violencia y de respeto por la ley, instamos a los invasores a salir de los terrenos invadidos.  Quienes ocuparon ilegalmente esos terrenos ya se equivocaron, ya cometieron un delito, ya actuaron de forma violenta, pues violentaron un derecho fundamental. Pero todavía están a tiempo de enmendar sus errores, de dar la espalda a los profesionales de la ilegalidad y arriar sus banderas de guerra izando sus banderas de paz.
Salgan en paz, no permitan que la violencia asome siquiera su hocico maloliente por la zona de Muyurina, y no hagan que la ley se les presente con su cara menos amistosa, en forma de expulsión forzosa, por parte de los encargados de hacerla cumplir.
Son tiempos de paz, de reflexión, de revisar la conciencia, de deponer las malas actitudes y corregir los actos equivocados.  Estos son tiempos de paz, señores, y por lo tanto son tiempos de cumplir las leyes, que no son más que instrumentos acordados entre los hombres para convivir armónicamente en sociedad.