domingo, 12 de mayo de 2013

MUGE MUJICA

Mujica, el Presidente de Uruguay, me fascina, y no lo hace precisamente por sus medidas políticas o las ideas para conducir a su país.  Mujica me fascina por su labia desaforada, su decir llano, sus dichos irreverentes, dichos de quien ya vivió lo suficiente y siente que tiene el derecho de expresarse sobre todo y todos como le venga en gana.  Como le canten las pelotas.

Hay una diputada de su propia coalición que lo tiene jodido por el tema de un nombramiento y, entonces, Mujica dice de ella que “es una gorda macanuda, una muchacha a la que le tengo mucha simpatía, que a veces se toma un par de copas y se le va la marca”. Con un lenguaje que no se parece mucho al de Walt Disney, la diputada Daisy Tourné había dicho previamente que a Mujica hay que decirle,  “viejo de mierda, te vamos a romper el culo, te guste o no”, y Mujica, entonces, mugió y sacó a bailar a la gorda en público. La sacó más o menos diciéndole, “¡afuera la gorda!”.

Todavía no le ha pedido Mujica “sentidas disculpas” a la gorda como lo hizo con la otra, la de la banda derecha del río, a la que llamó de vieja y la acusó de ser peor que su marido muerto, al que llamó de tuerto, en un desopilante episodio que me hizo escribir letra y música de una cumbia villera cuya pegajosa tonada anduvo siendo tarareada por mis hijos en la casa.

No ha pedido Mujica las sentidas disculpas que son de rigor presentarse en la diplomacia convencional, y yo imagino lo que deben andar diciendo de él las feministas —sobre todo las gordas y viejas—, que cada vez que muge lastima a la mujer, y cada vez que ruge hace temblar a su Cancillería.  Muge, Mujica, ruge y explica, y sus débiles excusas a mí me hacen reír a carcajadas.

“Por muchos años tuvimos que cultivar un decir, un hablar para cuarteles; había que comunicarse adoptando las formas para sobrevivir. Ese lenguaje está a leguas del discurso público, tiene que ver con las relaciones íntimas, e inevitablemente arrastra en sus modismos nuestra propia historieta. Reinan entre nosotros los sobrenombres, como rengo, tuerto, mono, etcétera, y también la exageración como contracara” dijo refiriéndose al “lenguaje de resistencia” al que está felizmente acostumbrado  y el que, según él mismo,  “no puede encajar, ni encajará jamás con el discurso público que cultivan naturalmente otros” que no saben hablar tan sabroso como él.

Me fascina Mujica, y su lado pecuario, cuando muge con o sin mala leche, y cuando bostea para todos lados.

Me fascina Mujica, y su lado agrícola, que practica en su granja de la zona rural de Montevideo, donde siembran flores y hortalizas, y donde vive con su esposa, la ex-tupamara Lucía Topolansky, la única que lo pone en su sitio. 

Me fascinan las florecillas que cultiva y regala Mujica, los ajos y cebollas que ofrece gratuitamente, y los nabos que endilga a los más acopaibados. 

Me fascina su lado agrícola, que cultiva hasta al verde Maduro y le recomienda “no dar por el pito lo que no vale el pito”. 

Me fascina su buena relación con las malas hierbas, sobre todo con la Mimosa pudica, la famosa etarrec atup o terrace tapu que sólo él se anima a llamarla por su verdadero nombre de cerrate puta.  

Me fascina su lado agrícola, que hasta ahora solo arruinó a los de FUMA, la Federación Uruguaya de Marihuaneros Agrícolas, que son los que la cultivan pero no la fuman —y son los que vieron su producto bajar de precio por la reciente legalización de la marimba.

riopalo1962@gmail.com