martes, 31 de enero de 2012

CULTURA AVÍCOLA

Tres años atrás, la publicación de mi libro “El establo” me hizo caer del burro en un tema de cultura avícola −y a la vez de avicultura−, que yo había tratado irresponsablemente en el mencionado libro. La amable y paciente observación de un amigo productor me llevó a investigar sobre el tema, y me dio la oportunidad de conocer la información y argumentos que ahora comparto en mi establog, corrigiendo lo que antes publiqué erradamente en el libro homónimo.

Mi error había consistido en decir que en las granjas los pollos reciben hormonas, y aunque yo solo estaba repitiendo algo que es vox pópuli, no por ello dejaba de estar equivocado. El mencionado amigo me lo observó de inmediato y yo, que lo había dicho muy de paso y sin mala intención, me comprometí, entonces, a difundir la verdad técnica sobre el tema en toda oportunidad que se me presentara, cosa que hago ahora por este medio, aunque ya lo he hecho antes varias veces en conversaciones con familiares y amigos.

La argumentación en contra de mi ligereza técnica la he encontrado en diversas publicaciones, y debo decir que no he encontrado ninguna que demuestre que las hormonas son usadas en granjas avícolas industriales por lo que, hasta que alguien me vuelva a tumbar del burro, ya que no soy un especialista en el tema, yo paso a refutar la vox pópuli y a aceptar la verdad de lo científicamente publicado.

Hay varios argumentos, muy lógicos todos, que demuestran que el uso de hormonas no es factible a nivel de granjas industriales.  Aquí van algunos de ellos:
·        El crecimiento acelerado de los pollos parrilleros se debe a un proceso de mejoramiento genético que se ha desarrollado desde la década de los sesenta y que, desde entonces a la fecha, ha logrado reducir en un día por año el tiempo necesario para que los parrilleros alcancen su peso comercial. Esto quiere decir que 50 años atrás los pollos necesitaban 50 días más que hoy para alcanzar el peso de abate comercial.
·        El proceso selectivo ha dado como resultado animales que  son capaces de aumentar su peso 65 veces desde que nacen hasta que cumplen siete semanas, creciendo hasta su límite fisiológico.  Sería contraproducente estimular que el pollo supere este límite fisiológico pues el pollo no lo resistiría y la tasa de mortalidad se duplicaría o triplicaría, lo que no le conviene al industrial avícola.  Para evitar esto, a veces es necesario, más bien, restringir el crecimiento para mejorar la salud y bienestar de los animales.
·        Otro aspecto que incide poderosamente en el rápido crecimiento de los pollos es la alimentación, que en las últimas décadas se ha desarrollado de tal manera que los balanceados vienen  cada vez más completos o mejor formulados. Actualmente se sabe qué niveles exactos de proteína, energía, vitaminas y minerales se necesitan para lograr que los pollos alcancen su mayor potencial de crecimiento en el más breve tiempo posible.
·        El conocimiento de las necesidades ambientales de las aves es cada vez mayor, lo que permite criarlas en las condiciones que ellas necesitan para alcanzar su más alta performance y ganancia de peso.
·        Las hormonas no se pueden suministrar con el alimento. Las hormonas que estimulan el crecimiento son, en realidad, proteínas. Por lo tanto, si fuesen consumidas con el alimento serían digeridas de la misma forma que el maíz o la soya con que se alimenta a las aves. La única forma para que una hormona de crecimiento sea efectiva sería suministrarla diariamente a través de inyecciones, tal como se lo hace con la insulina para combatir la diabetes. Y convengamos que no sería práctico ni económico inyectar diariamente, uno por uno, a millones de pollos.
·        No se producen comercialmente hormonas para el crecimiento en pollos, solo se producen a nivel experimental, y su precio es tan alto que no hace sentido económico usarlas en granjas avícolas comerciales.
·        Tal como en los atletas, los anabolizantes solo hacen efecto cuando son combinados con ejercicio. Los pollos son aves terrestres de cuerpos pesados, que se alimentan a nivel del suelo, son malas voladoras, y limitan su vuelo a planeos cortos y de escasa elevación. Esto quiere decir que hacen poco ejercicio y, por lo tanto, los anabolizantes no harían efecto en ellos.
·        Por último, el uso de hormonas en producción de pollos es ilegal en la mayoría de los países donde se hace investigación seria en crecimiento animal. Por lo tanto a Bolivia no nos podrían llegar recomendaciones técnicas o paquetes tecnológicos desarrollados para su uso en la avicultura industrial.
Los argumentos expresados arriba son sólo algunos de los que se pueden usar para informar correctamente y derrumbar el mito de las hormonas. En resumen, si se les suministrara hormonas a los pollos de granja estos se reventarían, pues sus cuerpos no resistirían más crecimiento que el que ya se consigue con genética, alimentación e instalaciones apropiadas.

Lo que pasa es que el mito de las hormonas en la avicultura industrial ha sido instalado en la opinión pública por una mala propaganda que los propios avicultores y medios oficiales que cuidan de la salud de la población no han sabido ni podido desmentir. Los propios avicultores industriales deberían hacer un poco más para comunicar, informar y educar al público consumidor y sacarlo de sus incertidumbres o de sus infundadas convicciones al respecto.

Ya que conocen bastante de aves, los avicultores deberían seguir sus ejemplos buenos, cacareando mejor sus verdades, y evitando esconder la cabeza como piyos para hacer como si el problema de la desinformación no existiera.

Volveremos en el futuro con más crónicas sobre aves, y nada raro que en alguna próxima entrega nos metamos a puyonazos con el controvertido tema de los gallos de pelea.

riopalo1962@gmail.com