lunes, 9 de enero de 2012

SEPECULONES FOR EXPORT (*)


Anuncié hace unos días la entrega periódica de crónicas referidas a nuevos rubros agropecuarios. Se va, pues, la primerita, y arranco hoy con el aprovechamiento de sepeculones, una nueva actividad productiva  que pongo a  la consideración de los emprendedores del país.


No es un invento nuevo ni nada parecido, pues ya hay países que consumen y exportan cantidades considerables, como Colombia, pero se trata de un recurso natural que, existiendo también en Bolivia, se puede manejar como un nuevo rubro productivo para el país.  


Se trata del aprovechamiento, producción, elaboración y exportación de hormigas cortadoras de hoja, conocidas también como hormigas arrieras, pertenecientes a los géneros Atta y Acromyrmex, y entre las que, para los fines de explotación culonícola, sobresale Atta laevigata, por la dimensión de sus asentaderas.


Las hormigas arrieras, nuestros sepeculones,  viven en grandes colonias bajo tierra, en una estructura social que incluye una reina fundadora,  obreras, soldados o alcaldes, y ejemplares machos y hembras vírgenes, (princesas o futuras reinas), que esperan el momento apropiado para salir del hormiguero y crear una nueva colonia.


En efecto, en amaneceres y/o atardeceres que se podrían considerar mágicos, luego de un aguacero, y ya con el día bastante soleado, de las colonias de hormigas salen enjambres de machos y hembras alados en su primer y último vuelo nupcial. Las futuras reinas tienen un voluminoso y voluptuoso cuerpo y buscan ser fecundadas por los machos −hasta ocho por cada hembra−, quienes mueren extenuados luego de copular con ellas.  Hembras y machos, pues, se diseminan y se inseminan por el aire, es decir se aparean al vuelo, luego de lo cual pierden sus alas y cada sepeculona crea un nuevo hormiguero, del que pasa a ser la reina. Solita, la nueva reina construye celdas y aprovisiona comida, y pone sus primeros huevos para dar vida a las arrieras y a los soldados, con los que desarrolla el nuevo hormiguero.


Este es el ciclo natural que se desarrolla normalmente si las lluvias no son excesivas y, por supuesto, si no interviene el hombre −campesino o de cualquier tipo−, que atrapa a las futuras reinas (éstas son las más culonas), −y también a los machos−, les arranca las mandíbulas, las alas y las patas −separando el abdomen y el culo−,  y junta grandes cantidades para sumergir estas partes del cuerpo en agua salada y tostarlas luego en sartenes cerámicas, u hornearlas en latas, tratando de no quemarse, como me ocurrió a mí una vez hace unos cuarenta años.


Estas partes, tostadas, se caracterizan por su alto contenido proteico −dizque mayor que el de la carne de res−,  y, sobre todo, por un sabor que puede competir con el de los más finos y afrodisíacos canapés.  Por eso es que el nicho de mercado que se visibiliza para este nuevo rubro pecuario es el de los cocteles de nivel Premium, y como opción en los servicios de a bordo de vuelos de primera clase.  Pero además se espera sacar una producción en pequeñas cajas de lata, como para que los viejos ricos la lleven siempre en el bolsillo,  animados por la propiedad y por la propaganda de afrodisiacos que le pensamos hacer al producto.


Se trata, pues, de un nuevo rubro estrella, uno que, estoy seguro, va a revolucionar la pecuaria cruceña y pronto se convertirá en uno de los sectores más potentes y pudientes, un rubro creador de nuevos oligarcas odiosos y odiables para el gobierno actual.  Un rubro que pronto tendrá su asociación para promoverse y defenderse, y que antes de lo que cante un gallo tendrá también su central de insumos, para abaratar los costos de producción mediante la importación en mayor escala de los mismos.


El alto nivel del mercado al que se apunta hace que el producto deba ser producido bajo altísimos estándares de exigencia, tanto en sabor como en color, forma y condiciones de preparación. Por eso es que habrá también que crear un equipo técnico y de transferencia de tecnología que andará por el campo −por las granjas sepeculonícolas, como serán conocidas−, explicando cómo cumplir con dichos estándares.


En cuanto a la realización de la que pronto será la tradicional fiesta del sepeculón, y la elección de la reina de la fiesta, ya saben cual deberá ser el principal atributo de la soberana.  Lo que no se sabe es si será fácil encontrar las candidatas, pues no todas −sólo el 99%−, suelen estar orgullosas de tal atributo.


Paradójicamente, los sepeculicultores, que elegirán una reina y se irán tras de ella, podrán morir extenuados por hacerlo, como sucede con los sepeculones.  Por esa razón, a todo sepecultor que se case con una reina se le podrá llamar sepeculón, en estricto apego a la biología de la especie.   El acto de atrapar, agarrar, recolectar o coger hormigas culonas, por otra parte, se llama culonear, término tradicional que importamos de Colombia.


Y ya que hablamos de tradiciones, el gobierno, por su parte, hará todo lo posible, y también lo imposible, por ponerle trabas a este nuevo sector. Prohibirá la importación de insumos, cobrará regalías por el conocimiento tradicional de los nativos y −peleado como está con los indígenas del oriente−, alegará que los sepes son originarios del altiplano, y que fue allí donde desarrollaron su facultad de acumular grasa en el abdomen.  Dirá, seguramente, que fue en las tierras altas de Bolivia donde se tostaron sepeculones por primera vez en la historia del universo, y que el uso no autorizado de esta técnica y este recurso natural por cualquiera que no sea indígena de tierras altas −y no sepa leer las piedras−, será una impostura digna del castigo de fabricar un millón de adobes, y de recibir una chicoteadura posterior.


Con relación a que los sepes son originarios del altiplano y tienen raza quechua o aimara, en el oriente dicen estar de acuerdo en que eso es así, pero lo admiten solo para denominar a los sepes desmontadores y enemigos del bosque que se han descolgado desde las zonas altas de Bolivia a las llanuras orientales del que, aunque algunos lo nieguen, es el mismo país. Ahora, la ventaja de los sepeculones comparados con los sepes altiplánicos, es que a aquellos uno se los come con gusto, mientras que a los otros hay quienes directamente no los tragan.


Bueno, pero ya esta cartilla técnica y política se hizo muy larga, por lo que es mejor ir cerrando, cosa que hago ahora sin dejar de mencionar, sin embargo, que yo ya manejo mi propia explotación sepeculonícola, y que la marca que he creado y registrado para mi línea de exportación es la de “CP cool ones”, con la que espero entrar en el mercado anglosajón.




riopalo1962@gmail.com


(*) Por alguna razón, tengo la tendencia de escribir sepe con la letra “c”, siendo que se escribe con “s”. El propio Diccionario de la Real Academia Española escribe el nombre con “s”, aunque a mi juicio el significado que ofrece el DRAE para la palabra sepe es el de comején, lo que yo creo que es resultado de un mal asesoramiento por parte de los académicos bolivianos que le han informado a la Academia Española que el sepe es el comején o las termitas, es decir nuestros turiros, cosa que no es así. Pero, bueno, sepe se escribe con “s”, como también se lo pone en el Diccionario Enciclopédico Cruceño, de Germán Coímbra Sanz, que en cualquiera de sus dos ediciones les llama sepe, pero también indica que es errado decir que el sepe es el comején.