domingo, 30 de septiembre de 2012

INVESTIGANDO LA CAÑA

Avanza la zafra 2012 y no puedo quedarme sin escribir este año una nueva serie sobre la caña…que es, como saben, mi cultivo preferido, y al que me debo como profesional y como cruceño perteneciente a una de esas familias que le pusieron el hombro a esta agroindustria desde sus inicios en el norte inmediato, ese que queda a menos de cien kilómetros de esta capital y que desde mediados del siglo pasado le endulza la vida al país. 

Claro que eso no tiene valor para los recién llegados que piensan que la historia empezó con ellos y que, sin saber del tema, ahora se ponen a pontificar sobre el mismo… Un poco amargado, paradójicamente empiezo, pues, hoy, una nueva serie de entregas sobre la caña de azúcar.

Ignoro todavía de cuántas entregas será esta serie, pero estoy seguro de que no faltará materia para seguir por siempre abordando el tema desde diferentes perspectivas. La perspectiva de hoy es la de la investigación, y surge motivada por la noticia sobre el impuesto que mediante ley está a punto de grabar el gobierno al azúcar y a la caña para alcohol –si no entiendo mal–, dizque para hacer investigación. 

La anunciada medida me deja medio sin ganas pues significa la entrega de recursos a gente que no le entiende al mambo pudiéndolos entregar al centro de investigación ya existente, donde conviven y trabajan investigadores que, por ejemplo, produjeron las variedades que actualmente dominan el gran cultivo de la sacarífera, o donde se sometieron a pruebas sistemáticas las efectivas fórmulas que ahora se usan para combatir efectivamente las malezas, o donde se están encontrando las recomendaciones necesarias para que la fertilización y el riego mejoren los rendimientos, o donde, entre otras cosas, se han desarrollado o adaptado técnicas de plantación y cultivo propias para nuestro medio.

Es verdad que se pudo hacer mucho más y que hay mucho aún por hacer, y siempre lo habrá.  Es verdad que en muchos años no se ha logrado sacar al mercado y de forma continua la cantidad de variedades suficientes para estar seguros de que cualquier ataque de plagas o enfermedades nuevas nos encontrará con alternativas listas para enfrentarlas mediante la sustitución varietal competitiva. Es verdad que aún no se ha logrado resolver problemas básicos, que no partimos de buena semilla, que no hemos encontrado la fórmula efectiva para defendernos de los barrenadores, picudo y salivazo, es verdad que los rendimientos promedios son muy bajos a pesar de que los mismos investigadores han demostrado que pueden ser el triple de lo que son, y es verdad que eso hubiese sido posible si el centro de investigación existente no hubiese sido víctima de una temporal ceguera, falta de paciencia y desunión del sector. 

Pero también es verdad que todo lo que se logró de bueno se lo alcanzó exclusivamente a partir de la iniciativa privada, con recursos escasos y con un cero grandote en lo referido al apoyo de las decenas de gobiernos que, uno por uno, vimos quemarse en el Palacio Quemado y que, más bien, pusieron trabas cada vez que pudieron, como lo hacen también ahora.  Y también es verdad que en ningún país del mundo tienen resueltos todos sus problemas técnicos, que siempre surgen problemas nuevos y por ello la investigación debe ser continua y permanente.

Me descorazona y me revela constatar que un proceso recientemente iniciado para propiciar que todos los que trabajamos por el sector en el campo y en la industria volvamos a converger en el mismo centro se vea truncado por el re-direccionamiento de fondos a destinos inescrutables. Me deja sin ganas saber que ahora el gobierno dispondrá para la investigación de recursos de una magnitud anual tal que nunca antes estuvo a disposición del centro existente…Me duele mucho que, para seguir con la tradición de escribir sobre cosas serias con buen humor yo, al respecto, me tenga que preguntar ¿qué sabe un pato de chinelas?

Por lo menos en Santa Cruz, la investigación efectiva, esa que nos llevó al sitial que ocupamos en la producción agropecuaria nacional, fue liderada siempre desde entidades privadas o públicas departamentales a las que la opinión privada tenía llegada directa.  Nunca fue a través de organismos nacionales de investigación manejados desde donde no se sabe bailar taquirari, ni siquiera desde las entidades públicas nacionales con asiento local pues el aporte, por ejemplo, de la Universidad, siempre más ocupada de sus vaivenes políticos internos, nunca ha sido el esperado.

Si todavía hay tiempo, ojalá que se logre un acuerdo por el que los recursos se destinen al centro existente, reforzándolo y planificando una equilibrada y virtuosa asociación privada- pública, en ese orden. Los temas para investigar son muchos y los iremos desglosando en futuras entregas. Mientras tanto, esperemos que prime la cordura y los recursos no se desvíen a fines inconfesables, ni sean pensados para favorecer el surgimiento de aventuras santas y buenas –y políticas–, en otras regiones del país…

Sobre este tema todavía no me atrevo a plantear otra apuesta, este es uno de los casos en los que preferiría equivocarme, perder la apuesta y seguir nomás con calma el lento proceso para hacerme rico, sin tener para ello que ganar apuestas seguras con los errores del gobierno.

riopalo1962@gmail.com