domingo, 18 de marzo de 2012

LA ROYA NARANJA

Siguiendo con la “Serie Cañera”, hoy hablaremos de una enfermedad del cultivo. No nos ha llegado todavía −o por lo menos yo no tengo conocimiento de que se la haya encontrado aún− pero, aunque no queremos que nos visite, casi nada podemos hacer para evitarlo.  Se trata de la roya naranja de la caña de azúcar, una enfermedad proveniente de Asia y que desde fines del 2009 ya se encuentra en Brasil.

Estando en Brasil, aunque todavía no haya sido detectada en Argentina, su llegada a Bolivia es inminente, pues sus estructuras reproductivas, sus esporas, se trasladan por el aire y nos pueden llegar con algunos de los vientos que nos vengan de esa dirección. Una vez que dichas esporas caigan sobre el país y se encuentren con el cultivo, ya casi no hay retro, sobre todo si se encuentran con las condiciones climáticas preferidas: días con alta humedada relativa del aire y con temperaturas de moderadas a calientes.

A diferencia de su parienta, la roya marrón, causada por el hongo  Puccinia melanocephala, que prefiere atacar cuando la caña se encuentra en sus primeros meses de desarrollo, la roya naranja (Puccinina kuehnii) puede atacar a la caña en cualquier fase de su desarrollo, inclusive cuando ya está a punto de ser cosechada, por lo que esta roya naranja tiene más  amplias posibilidades de establecerse que la otra.

Los síntomas de la roya naranja son fáciles de identificar, pues sus lesiones o pústulas, cuando se revientan dejan salir un polvillo de color naranja, como polvo de ladrillo, que se pega al dedo cuando uno lo pasa por la parte inferior de la hoja, principalmente en la porción que va de la mitad hacia la base de la misma. Las lesiones pueden cubrir gran parte de la hoja, pueden juntarse y dejar a las hojas con una muy mermada capacidad de realizar fotosíntesis, lo que, a la vez, disminuye la productividad de la planta.

Una planta atacada, si la variedad es susceptible, puede mermar su producción hasta en un 30 a 40%, lo que quiere decir que si un campo atacado podía producir, digamos, 80 t/ha, el ataque de la roya naranja podría hacer bajar su producción a 50t/ha, con su consecuente impacto en el bolsillo del cañero, del industrial y en el precio de la canasta familiar.

Pero no seamos alarmistas al cohete. La roya naranja no será un desastre si las variedades que tenemos en cultivo resultan ser resistentes, como ocurrió con la llegada de la roya marrón allá por el año 1990. ¿Pero…lo son?  Todavía no lo sabemos…Tratando de saber con anticipación cual sería el comportamiento de nuestras variedades en cultivo hemos buscado insistentemente el apoyo de organismos extranjeros de investigación que quieran aceptar el envío de nuestros materiales para hacernos pruebas de resistencia o susceptibilidad. Hasta ahora no lo hemos conseguido, sin embargo, pues esos países tienen sus propias y muy entendibles normas cuarentenarias y de colaboración con otros países en temas fitosanitarios.

Habrá que estar, nomás atentos, y por lo menos yo ya puse una campana que me dé una alarma temprana...planté en mi vivero una cepa de RB 72-454, variedad conocida mundialmente como susceptible a la roya naranja, y la reviso semanalmente para ver si la visita ya nos llegó.

Las plagas como la que describí una semana atrás, y las enfermedades, como la que les he descrito hoy, nos hacen vivir en constante zozobra, y nos deben poner a trabajar a cañeros e industriales juntos, unidos, en su vigilancia permanente y en la búsqueda constante de soluciones adaptadas a nuestra realidad local.  Para las enfermedades, no nos cansaremos de decirlo, la principal manera de hacerlo es teniendo variedades resistentes y bastantes opciones varietales para recambiar. En plagas, lo que se recomienda es lo que se llama MIP, manejo integrado de plagas, que no es más que una combinación de métodos, incluyendo el control biológico, el uso de insecticidas químicos o naturales, y la observación de la biología de los insectos y de los cultivos, tratando de que no coincidan, entre otros.

Todo se puede, aunque un poco  más difícil será enfrentarse a una plaga que el año pasado fue señalada en una prestigiosa revista local. Claro, seguramente que el autor del artículo quería referirse a la Diatraea saccharalis o a la Diatraea rufescens, pero el hombre se mandó una buena y la denominó varias veces Diarrea, con lo que más de uno se zurró pensando que se trataba de una nueva plaga.  Yo, desde aquí, humildemente informo y aclaro que la diarrea no representa un peligro para la caña. De todas maneras, pido a los escribidores que tengan más cuidado con estos temas. ¡Nadie gana para sustos, señores periodistas, en el futuro infórmense mejor!