domingo, 2 de junio de 2013

AGUAÍ

Durante unos cuatro años publiqué en la revista dominical de El Deber una colección de descripciones de especies de nuestra flora nativa, principalmente, reduciendo al mínimo posible la formalidad de la ciencia, e ilustrando mis textos con comentarios de la actualidad para convertirlos en una especie de ligeras y entendibles crónicas botánicas.  Hoy vuelvo a las andadas con esta descripción del aguaí.

La Enciclopedia del Oriente Boliviano, editada en 2010, y de la cual tuve el honor de participar contribuyendo a su parte botánica, dice lo siguiente:

Aguaí chico. Bot. SAPOTACEAE. Chrysophyllum gonocarpum (Mart. & Eich.) Engl., árbol de hasta 10m de alto; hojas con el envés claro; frutos globosos, de 1.5-2cm de diámetro, de color amarillo, resinosos, con varias semillas rodeadas de una pulpa gomosa de sabor dulce aunque no muy agradable.

Aguaí grande.  Bot. SAPOTACEAE. Pouteria gardneri (Mart. & Miq.) Baehni, árbol frondoso de hasta 10m de alto, con tallo leñoso; hojas lanceoladas de 20-30cm de largo; los frutos son drupas piriformes del tamaño de un durazno, con cáscara dura y esponjosa, mucronados apicalmente, de color amarillo rojizo, pulpa blanda comestible.

La Guía de los Árboles y Arbustos del Bosque Seco Chiquitano, de Jardim, Killeen y Fuentes, también registra dos especies de aguaí, uno de ellos el aguaí grande, al que describe detalladamente, y sobre el que en sus partes más generales dice que es una especie que se distribuye en Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay y Uruguay,  que crece sobre suelos ricos, en bosque ribereño, florece en septiembre y octubre, y fructifica en noviembre, dando unas bayas con exocarpo coriáceo, de hasta 7 cm de largo. 

Germán Coímbra Sanz, don Chichi, por su parte, dice algo parecido, pero más bonito:

Sobre el aguaí chico, dice que es un árbol de mediano porte, que tiene un fruto amarillo cuando está maduro, y que lo comen algunos animales salvajes.  Ya sobre el aguaí grande, don Chichi dice que es un árbol elevado, cuyos frutos del tamaño de una manzana son fraganciosos y dulces, y algunas personas los comen. Y añade que, según las tradiciones chiriguanas, existía una especie de aguaí venenoso al que no podían acercarse ni hombres ni mujeres, porque les causaba la muerte. Agrega, finalmente, que las plantas no crecían a su alrededor y que la especie —según cuentan—, se extinguió a fines del siglo XIX.

De mi parte, sin acercarme ni alejarme demasiado de las descripciones anteriores, describo ahora el aguaí gigante, especie nueva.

Aguaí gigante o aguaí sucro-alcoholero. Bot. SAPOTACEAE. Emilium colamarinum et al., (Mor. & Mor.), árbol industrial perenne, de más de 50 (sin cuenta, no tiene cuenta) metros de alto, de tronco grueso, vigoroso, bien ramificado, madera fina, gran productor de semillas, de frutos pulposos, de agradable sabor azucarado y fuerte dejo de alcohol —de ahí su nombre de aguaí sucro-alcoholero.  Planta moderna, altamente evolucionada, de mecanismos hidráulicos, poderosa caldera para producir energía, extracción por difusor, enormes tanques de almacenamiento y automatización total de controles.   

El aguaí sucro-alcoholero es, pues, un árbol descomunal. Al describirlo, como cruceño, como fanático de la agroindustria de la caña de azúcar, y amigo de la botánica, me congratulo de esta nueva especie que resulta  del ingenio de sus creadores, y es en sí mismo un ingenio, el Ingenio Sucro-alcoholero Aguaí, y le auguro mucho éxito, porque el éxito de uno es el éxito de todos.

Como cruceño enamorado del norte chico, del campo, de  la caña y, a la vez, como trabajador de la Corporación UNAGRO, que porta desde sus orígenes una genética inclusiva y participativa, con la responsabilidad social empresarial en el ADN corporativo, felicito a Emilio, Ángelo, Rosy y Antonieta, y a sus socios en este nuevo emprendimiento, que engrandece a la región, que es un homenaje a la industriosidad del hombre cruceño,  que enaltece a sus familias y a sus progenitores, y que se constituye en una nueva fuente de empleo y desarrollo para una zona del norte que se hizo a punta de integración y que merece seguir punteando el liderazgo agropecuario del país.

De mi parte —reitero—, los invito a sumarse a los esfuerzos conjuntos para llevar esta agroindustria a los más altos estrados  de producción y calidad, a evitar colectivamente los escollos —que no es lo mismo que evitar a los collos—, a alentar una competencia sana y enriquecedora, y a seguir construyendo el norte que soñaron nuestros padres y abuelos, y que ellos mismos nos dejaron todavía a medio desarrollar.

riopalo1962@gmail.com