martes, 6 de diciembre de 2011

GANADERÍA EUROPEA

Desde la perspectiva imprecisa que da la distancia, la ganadería europea parece totalmente libre de problemas, una actividad de fantasía, como diseñada y manejada por Walt Disney: Un parque temático de vacas overas, con románticas y crespas pestañas, que pastan en verdes e interminables praderas cortadas por lejanas y nevadas cordilleras azules, en un marco de límpidos cielos, de aire fresco, puro y transparente. 

Vista por la televisión, que no ha desarrollado aún la facultad de transmitir olores, la ganadería europea parece inodora, exenta de moscas y gusanos y, por tanto, de queresa y gusaneras, libre de infestaciones e infecciones, que no es lo mismo ni es igual, como no son iguales los macro y los microorganismos.

Las vacas europeas son de postal: Con lo que aquí serían campanillas de colección colgadas en el cuello, andan presuntuosas por las idílicas praderas de Heidy, haciendo sonar sus campanitas por parajes en los que ya no es posible perderse, y por los que ya no deambula el lobo feroz. Con sus etiquetas plásticas en las orejas, parecen no conocer de garrapatas, y usan la cola para saludar y llamar la atención de los turistas más que para espantar las moscas, que no se ven.

Tal como las vacas de origen hindú, que blanquean o plomean nuestros potreros sudacas, las vacas europeas también tienen cuatro estómagos, pero parece que no emiten flátulos ni eructos, y para saber de sus emisiones de metano −que suman cerca del 10% de las emisiones totales de la Comunidad Europea−, hay que ir a buscar la información en los inventarios electrónicos de emisiones de gases de efecto invernadero, pues el aire se ve limpio, libre de gases indeseados…

¿Y los vaqueros, y los ganaderos?  Son lo mismo, y más que ganaderos, vaqueros o pastores parecen secretarios de ganadería: Con sus ojos verdes o azules, con su pelo gris o rubio, parecen más hechos para lucir trajes de Armani que para enfundarse en mamelucos y chantarse las botas y boinas con que se les ve en la tele. Vaqueros que, sin embargo, y a pesar de lo dicho, tienen aliento de tigre y apestan como conquistadores ibéricos, pues duermen con las botas puestas.

¿Y los potreros?...ya se dijo, son como un mar verde que se extiende por suaves colinas y en los que dan ganas de revolcarse y dejarse rodar hasta llegar al infaltable arroyo de aguas cristalinas que serpentea en el fondo, uniendo las cotas más bajas del valle. Potreros enmarcados en paisajes europeos: Prados con florcitas armónicamente pintadas por el mejor de los paisajistas, valles perfectos −como para ilustrar la tapa del manual donde se explica qué son los valles perfectos−, arboledas por las que en cualquier momento se espera aparecer lebreles raposeros y finos caballos de raza y de caza, montados por nobles de chaqueta roja y escopeta en ristre. Potreros que hacen suspirar, muy limpios, sin males, maldades, ni malezas, tan limpios que parece que en Europa las vacas no conocen la terrace tapu ni el jumbacá…
  
Potreros que hacen la pausa en establos de piedra y madera, en recintos donde los ojos soñadores de las vacas lucen aún más románticos al son de las dulces melodías de Vivaldi, música con la que aflojan en conjunto sus esfínteres liberando los millones de litros que fluyen de las cuencas lecheras europeas, al contrario de las vacas nuestras, que se niegan a abrir sus válvulas cuando, bajo techos de herrumbradas calaminas, escuchan los compases de las cumbias villeras que presiden el repertorio monocorde de nuestros vaqueros criollos. 

Vista desde lejos, la ganadería lechera europea engaña, parece fácil, toda subsidiada y aséptica  Parece que la leche ya sale directamente en polvo, enlatada, descremada y pasteurizada por el propio Pasteur.  Desde la injusta perspectiva de la distancia, la ganadería europea parece un juego que, por supuesto, no lo es…pues allí también existen las garrapatas, las postemas y mataduras, las malezas que invaden los potreros, las peleas por los precios, las protestas con tractores y los volcados de miles de litros de leche para protestar, la vaca loca, el tiempo loco, los quesos hediondos y el trabajo duro, como aquí.

Vista desde lejos, por tele, la ganadería lechera europea invita a escribir estas cosas que −aunque dichas sin mala leche−, hacen parecer que el autor no tiene nada mejor de qué ocuparse…