lunes, 2 de julio de 2012

MEDIDAS CRIOLLAS

Hace mucho tiempo leí un texto en el que Carlos Hugo Molina hablaba de una medida local conocida como el “meneón”, consistente en menear un gajo de mangas o limones −no recuerdo cuál era específicamente la fruta del ejemplo−, y, mediante el pago de una tarifa fija, tener derecho a recoger y llevarse todas las mangas o limones que cayeran con dicho sacudón.

Bonito nombre el de la unidad de medida explicada arriba que, de yapa, tiene apariencia de medida griega, antigua, quizás por su reminiscencia de nombres como el del rey Agamenón, que combatió en la guerra de Troya diez años y regresó a su casa para encontrar la muerte de manos de su adúltera mujer, Clitemnestra.  Ya alguien le había meneado el gajo y había dejado gajudo a don Agamenón…

Pero el de los cuernos y el de los caballos y los burros de Troya ya son temas que, como las medidas autoritarias,  a pesar de seguir vigentes en nuestros días y en nuestro medio, nada tienen que ver con el tema de hoy.  De lo que trata nuestro tema de hoy es, pues, de las unidades de medida o sistemas de medición −sean de peso, volumen, distancia, velocidad, o cualquier otro tipo−, que poco a poco van quedando en desuso y se van desterrando exclusivamente a las áreas rurales de nuestro país, aquellas donde todavía queda algo de lo auténtico, de lo que todavía no ha sido contaminado ni alienado por el poderoso influjo de la tele o de la internet.

Aparte de las diferentes unidades de medida de superficie y tipos de propiedad que ya explicamos en el libro de bajada gratuita que tenemos en este establog, como son los casos de la quinta, la chacra, la hacienda, la estancia, el latifundio, la huascada y el cato, entre otras, en esta ocasión nos vamos a referir a otro tipo de medidas tales como la cuarta, el jeme, el almud, la arroba, la fanega, y varias otras que son más escasas y curiosas aún.

La cuarta, por ejemplo, es una antigua unidad de longitud antropométrica equivalente a la medida entre el extremo del dedo pulgar y el extremo del meñique, con la mano extendida. Por supuesto que tal medida depende del tamaño de la mano y, por eso mismo, nunca fue una medida muy precisa, y en la actualidad se la estima entre 20 y 22 cm.

El jeme, por otro lado, es la distancia que media desde la extremidad del dedo pulgar a la del dedo índice, separando el uno del otro lo máximo posible, lo que da unos 18 cm, según como venga la mano.

Era muy común en mi pueblo escuchar de la “una cuarta y un jeme” con que se ufanaban sobre su virilidad los más habladores de la plaza. En mi caso, una cuarta y un jeme da, aproximadamente, 40 cm, y esa ni yo me la creo.

Ya con respecto al almud, don Chichi Coímbra en su primera edición del Diccionario Enciclopédico Cruceño nos dice, entre otras cosas, que “es una medida de capacidad para áridos”, y que “un almud de arroz en chala, una vez pilado, debe dar una arroba”.  También nos da referencias que combinan, como ocurre con la fanega, la medida de capacidad o volumen con la medida de superficie, cuando se considera que un almud de cereal alcanza para sembrar diez mil varas cuadradas, es decir la séptima parte de una hectárea.
  
Aquí, sin embargo, yo debo hacer algunas aclaraciones personales: De mi parte, nunca tuve oportunidad de conocer el uso del almud para medir arroz pero sí, desde que tengo uso de razón, como unidad de medida para la cosecha y venta de achachairú. Y los achachairuses que yo me he comido en la vida, que deben sumar unos cuantos almudes, de ninguna manera tenían condición de áridos. Por otro lado −y esto va principalmente para las generaciones más jóvenes−, debo aclarar que cuando don Chichi habla de arroba no se está refiriendo al símbolo actualmente usado para escribir direcciones electrónicas, sino a la unidad de masa de la cuarta parte de un quintal, es decir 25 libras, es decir 11,5 kg. Como el uso del símbolo @ en inglés equivale a ‘at’, representando la noción de “estar a o en”, pasó a ser usado en informática como referencia de estar hospedado en un servidor (formato usuario@servidor). Supongo, de yapa, que el desuso de esta unidad de medida como tal la habilitó o dejó disponible el símbolo @ para ser usado en la nomenclatura moderna de comunicación.

La fanega es otra cosa, y su uso es aún muy actual y exclusivo, en Bolivia, para la producción de arroz, cultivo en el que por esas cosas de la tradición, la productividad no se mide en kilos o toneladas sino en fanegas. Una fanega de arroz seco y en chala equivale a 176,64 kg, pero si el arroz está todavía húmedo, recién cosechado, en los ingenios la fanega la hacen equivaler a 200 kg.  Habiendo estudiado yo agronomía en el sur de Brasil, donde son los campeones en producción y productividad de arroz en ese país, la obligada conversión de fanegas a kilos siempre me resultó una dificultad adicional para comparar nuestra productividad con la de ellos. Cabe destacar, en este mismo ítem de la fanega, que en otras partes de América la fanega y la fanegada correspondían al área de grano que se podía sembrar con una fanega de semilla.  De esa manera, como en el caso del almud, una medida de volumen pasaba a convertirse también en una medida de superficie.

Hay, sin embargo, varias otras medidas locales y en estos días me he cruzado con una nueva, siempre procedente del área rural.  Es la medida jajo-culinchi con que se mide la longitud del chaleco del lagarto cuando se lo cuerea para comercializar su piel.  Mientras mayor la extensión jajo-culinchi, mas valioso el cuero, si no está roto. Independiente del buen o mal gusto o de la legalidad o ilegalidad de hacerlo, sería bueno que no valoráramos a los lagartos y caimanes solo por su longitud jajo-culinchi, o por cuántas billeteras, zapatos o cinturones se pueden hacer de ellos, y que le asignemos más importancia a su rol en la cadena trófica.

Prontitud, finalmente, es la medida de velocidad ultrasónica con que se levanta una dama cuando se cae, para que no se le vean los calzones.  ¿Vieron mi prontitud?, dijo una vez una pelada, ya levantada del piso, y todos asintieron, todos le habían visto la prontitud pero hasta ese momento ninguno sabía que se le llamara así a ese estropajo peludo al que, por la velocidad de la pelada, apenas le alcanzaron a ver fugazmente el jopo.

Pero mejor lo dejo por aquí porque, según me dijo el  burro Prudencio, con evidente y profunda tristeza,… “no se olvide compadre que con la vara que mida será medido”.  En otra oportunidad volveremos sobre el tema y explicaremos otras medidas, ninguna de ellas de corte dictatorial.

riopalo1962@yahoo.com