domingo, 22 de julio de 2012

LECTURAS AGROPECUARIAS

Yo no lo recordaba, pero aún había tenido una caja grande de cosas personales en la casa de mi madre. Un trabajo de limpieza integral de esos que las mujeres llaman “hacer policía” motivó que mi madre me recordara la caja y que yo, por fin la recogiera.

¿El contenido?  De todo un poco, papeles de todo tipo, de mis tiempos de colegio, de universidad, de CIMCA, de gerente del Comité Cívico de Montero, de Presidente de los Ex Alumnos de Muyurina, de secretario del Colegio de Ingenieros Agrónomos de Montero, fotos, folders con montonera de papeles sueltos, de toda laya, presentaciones de retroproyector con las ahora prehistóricas transparencias de acetato previas al Power Point, artículos sueltos de cuando se me empezaba a manifestar el gusto por escribir burreras, una docena de libros –entre ellos mi texto de English 900−, y montones de revistas.

Entre las revistas, un par de ejemplares de Play Boy en las que sigue reinando, divina, Luisa Brunet, y continúa la majestuosidad invicta de Sonia Braga: Una potranca y una yegua, respectivamente, que llevaron a los más altos niveles históricos mi libido y la de toda mi generación, una torillada que ahora rondamos los cincuenta años y que nunca olvidaremos a ese par de morenas. 

Me reencontré también con otras revistas, algunas que me llegaban en mi calidad de kenshuin de cursos en Japón, Farming Japan, Sugar Journal, revistas brasileñas especializadas en el agronegocio, un par de revistas de la ahora casi prohibida Veja, muchos folletos de agroquímicos, catálogos de maquinaria, y boletines salesianos. Y, sobre todo, decenas de Agricultura de las Américas y El Surco, que mi padre recibía mensualmente y que, allá por mis veintipocos años, constituían para mí el correo más esperado e interesante.

Ah, cuantos recuerdos de mis lecturas boca abajo, tirado de barriga en la cama o en la hamaca y con la revista en el suelo luego de que me había cansado de sostenerla con los brazos extendidos, acostado de espaldas. Las vuelvo a hojear y a ojear y retornan a mi memoria los temas de esos particulares ejemplares que compartían conmigo, con mi padre y mi hermano, ideas sobre nuevos rubros de cultivos, maquinarias recién saliditas de la mesa de diseño y de las plantas de producción, técnicas modernas para lograr mejores rendimientos, testimonios de agricultores y ganaderos exitosos, y numerosos otros temas.

Veamos, por ejemplo, un artículo de la primera mitad de los ochenta, sobre el maíz. Localizado en la zona maicera argentina, el reportaje enumera una serie de medidas que los agricultores de esa región ya aplicaban desde inicios de esa década y que les habían permitido alcanzar el privilegio de pertenecer al club de las diez toneladas.  Nada que ver con transgénicos tipo BT, todavía, ni siquiera con labranza reducida, aún.  Todo a punta de híbridos nuevos y apropiados para sus condiciones de cultivo, buen combate a las malezas, población adecuada (de 75.000 plantas/ha), y fertilización. 

O veamos este otro artículo de 1979 sobre algunos de los primeros pasos de los cultivos transgénicos, algo que todavía por ese tiempo llamaban sueños quiméricos o ciencia ficción y advertían de su posibilidad de convertirse en realidad.

O un trabajo que trataba sobre el combate de malezas esparciéndoles esporas de hongos que afectaban a las hierbas pero no al cultivo. La relectura del artículo me hizo recordar haber colaborado personalmente a este tipo de investigaciones cosechando, limpiando y seleccionando semillas de rogelia para mandarlas a  Inglaterra, a que las sometan al acoso de hongos para combatirla.

Algunos artículos versaban sobre la necesidad de colaborarse entre agricultores e invitaban a cultivar las buenas relaciones, un nuevo rubro de cultivo materializado en forma de los grupos CREA que ya también estamos experimentando en el oriente boliviano.

Otros, tras los anuncios de las ventajas y prestaciones de los para entonces nuevos tractores John Deere de la Serie 50,  abordaban un tema que empezaba el debate sobre la tercerización de servicios de preparación de suelos, cultivo y cosecha, lo que permitía al agricultor mantener a un nivel mínimo sus inversiones en maquinaria.

Veinticinco años atras, pues, en algunos países ya se debatía sobre la contratación de servicios, lo que después evolucionaría con énfasis también en el arrendamiento de tierras y en el gerenciamiento externo, medidas con las que el agricultor podría expandirse y el que no lo era, entrar al agro-negocio sin conocerlo a profundidad.  

En fin, son muchas las revistas y muchos los artículos que, seguramente sin leerlos ella,  me devolvió mi madre, y que me darán material para futuras entregas. De mi parte, no tengo dudas: Las revistas de temas agropecuarios fueron las principales culpables de que en una época yo me acerque a los chacos, como también son responsables de que actualmente los añore tanto y, alejado de la práctica agropecuaria de campo, me dedique a escribir en este establog.

No he tirado nada de la caja ya revisada, y no pienso hacerlo. Soy, pues, un incorregible coleccionador de papeles y no dejaré de serlo por más que Apple, Microsoft, Kindle y Samsung, entre otros, me propongan todos los días pantallas y tabletas electrónicas ‘touch’ que no servirán nunca para sustituir mi perenne alianza con el papel.

riopalo1962@gmail.com