domingo, 30 de octubre de 2011

EL TEMA QUEMA

El tema quema, y debe ser tratado con seriedad. En lo que a mí respecta, el tema me arde en las manos, y se me calcina la conciencia, tanto que no me deja dormir.  Está terminando una nueva temporada de seca y de quemas, con la que terminan también los espectáculos mediáticos y discursivos que hemos estado presenciando de parte de las autoridades, los agropecuarios −grandes o campesinos−, ambientalistas de toda laya, la prensa, y la opinión pública en general.  

Se apagan, con las primeras lluvias, los fuegos reales y los de artificio. Ahora que ya llovió un poco y la temporada de lluvias empieza a instalarse, muchos respiran hondo, aliviados, y proceden a archivar el tema hasta que llegue el mes de julio, y las primeras columnas de humo en el horizonte les recuerden que, de nuevo, se viene la humareda.  Ahí, entonces, empezarán a desempolvar sus papeles, antes que se les quemen, a reactivar sus discursos, a convocar a algunas reuniones −algunas públicas, otras privadas−, diseñarán afiches, elaborarán jingles radiales, mandarán brigadas educativas al campo, nos recordarán leyes y decretos, derechos y deberes, contratarán servicios de monitoreo remoto, re-estudiarán terminología estadística, y se prepararán, bastante reactivamente, para atender las airadas quejas de la ciudadanía.

Algunos dirán, seguramente, que mi recuento de sus acciones es incompleto e injusto, que son calumnias de la oposición, que yo soy opositor por gusto y que me opongo a todo, y malgastarán su energía en atacarme. Otros, irónicos y afectos a las rimas malas, como yo, dirán que “con la boca y el dedo se hacen potreros”, o, hechos los payadores, dirán que “otra cosa es con guitarra”, o que yo aprendí a nadar por correspondencia.

Y es verdad, aunque yo no soy ni oposición ni situación, y me cuesta nadar contra corriente, sé que por ahora básicamente aporto con teoría… No lo niego, pero creo que también agrego al debate algunos elementos que no son usualmente considerados, y sin los cuales, los ruidosos y estentóreos alborotos de cada año no serán otra cosa que simples y devaluados alborotos anuales, nada más.

Lo que hace falta,  aparte y además de lo mucho que ya se viene haciendo, aparte y además de los afiches, de los jingles, de las campañas, de los convenios con la fiscalía, aparte de las leyes y decretos, aparte de las alertas tempranas, de las operaciones de emergencia y los primeros auxilios, aparte del seguimiento remoto y las estadísticas, aparte de las reuniones y los discursos, aparte de las amenazas, las multas, y los cuatro presos, lo que hace falta es el análisis serio y la planificación de largo plazo. Lo que hace falta, de una vez por todas, es un sistema y aparato integral y permanente de atención del tema.  Algo que trascienda el POA de cada año y se extienda por diez años, tiempo necesario e imprescindible para manejar seriamente el tema.     

Lo que falta para poder planificar correctamente es mucho, y es complejo, pero igual se lo puede resumir en un párrafo: Sector por sector, principalmente los agropecuarios, y en coordinación amistosa con ellos, trabajar en la identificación de las fuentes, hacer cálculos e inventarios de emisiones, investigar las prácticas emisoras, verificar porqué son necesarias, cuánto miden o qué volumen tienen, y cómo se las puede sustituir por mejores prácticas. Identificadas las fuentes y sus alternativas, trabajar con cada sector incentivando la elaboración y adopción concertada de políticas para la eliminación de las quemas por parte de cada sector productivo, sin olvidar la necesaria gradualidad, la investigación y tecnología, los incentivos y premios, y la educación permanente.

Todo esto requerirá de paciencia de la ciudadanía y la opinión pública, de vigilancia informada por parte de la prensa, de seriedad y compromiso real por parte de los sectores productivos, y de visión despolitizada y de largo plazo por parte de las autoridades. Sin lo anterior, y sin mediciones graduales de los progresos que se alcancen, se seguirá como ahora, disparando sin mucha precisión, como con escopeta, achacando a ciegas, ensañándose contra el enemigo equivocado, y tumbando culpables e inocentes, más por azar que por puntería.

Es urgente que desde la región nos pongamos a estudiar seriamente la situación, caso contrario las autoridades se ensañarán injustamente con quienes menos aportan humo pero están más a mano, más cerca de los principales centros urbanos,  y son más fáciles de achacar. Es urgente hacerlo y, porque el cambio deberá ser gradual y demorará mucho tiempo, por lo menos unos diez años, hay que empezar de una vez, ahora que ya está empezando a llover.  De lo contrario, los dioses del Olimpo –algunos dicen que son, más bien, dioses del collimpo, que moran y mandan desde una paradójica atalaya hundida en una hoyada−, insistirán con ordenar verticalmente, con decretos y leyes, que las quemas se acaben de un año para el otro.  Cuando lo hagan, arderá Troya por unos días, quizás semanas, hasta que los hombres le encuentren la vuelta y los dioses se cansen del tema y empiecen a mirar para otro lado, como ocurre siempre. Distraídos los dioses, volverán a su auge las quemas, y los hombres volveremos a hacernos señales de humo, y nos pondremos  a vender aire caliente y a mostrar las estadísticas de las ventas.

No sigamos haciendo eso, compañeros, no hace falta que sigamos haciendo el ridículo. Completemos las ya numerosas e importantes acciones que estamos implementando cada año con otras que todavía hacen falta, y tratemos el tema de manera integral, con verdadera seriedad, sin solemnes discursos, pero con firmeza, constancia, y buen humor.   

Quema, el tema quema,
molesta como una postema,
y no se cura con un enema,
ni con clara de huevo, ni con la yema.

El tema es serio, pero igual hay que atenderlo con buen humor y, aunque sea, con malas rimas.

El campo arde y las ciudades se sofocan cada año entre agosto y octubre. Y cómo me arde a mí la conciencia, el año redondo, por no hacer otra cosa que escribir arrítmicos versos, odas fuera de moda, ridículos artículos, anacrónicas crónicas y por, desde mi establog, ponerme a webear al respecto. Falta que alguien me diga “hacé versos y no odas”.  Pero eso no sería suficiente para que yo me deje de oder y, aunque se enojen los dioses, seguiré odiendo con el tema…porque el tema quema.

riopalo1962@gmail.com