domingo, 20 de noviembre de 2011

CRITICUM TRITICUM

Hoy me mandaron a comprar pan y, para no seguir “peleando por todo y por nada”, como me reprochan por ahí, fui calladito, sin respingar ni protestar. Fue una de las pocas veces que llevé el pan a la casa, y la primera vez que llegué con la marraqueta bajo el brazo, como dicen que hacen los bebés, sobre todo los supernumerarios.

La experiencia de comprar pan fue muy interesante, no lo niego, y aparte de ponerme a la par del precio de las marraquetas, el mollete y las tortillas, me dio la oportunidad de reflexionar sobre el trigo, Triticum spp., maravilloso cereal con el que los bolivianos siempre hemos tenido una crítica relación, de ahí el nombre de esta crónica...

En el mercado internacional, no obstante el permanente empeño de los chinos en fabricar más chinitos y en almorzarse la cena del mundo, no se prevé para este año una carencia del cereal ni, por lo tanto, un aumento en su precio. La producción de repúblicas asiáticas que antes eran parte de la Unión Soviética parece estar en aumento lo que, a pesar de bajas en algunos otros productores y exportadores tradicionales como Argentina, hace que se tenga una expectativa de producción mundial de alrededor de 683 millones de toneladas para este año. A pesar de sus dinámicas internas, los grandes productores de trigo de siempre, pues, se encargarán de que no falte trigo ni pan en las canastas.

Pero, aunque nos afecta −y mucho− la situación internacional del trigo, el tema de esta crónica no es ese, sino la realidad doméstica. La doméstica, pero no la de mi casa, donde con seguridad me seguirán mandando a comprar el pan, sino la del país. Es decir, y por casa, ¿cómo andamos? Bueno, aquí la situación del trigo es otra, y no obstante nuestros grandes progresos, seguimos siendo dependientes de importaciones de grano y harina, sin la cual no se puede hacer el pan de trigo y en cuyo caso, seguramente, ya me mandarán a comprar pan de arroz.

Todavía no nos autoabastecemos y no estamos muy cerca de lograrlo. Todavía importamos el 70% de nuestra demanda interna, es decir que tenemos que comprar afuera más de 45.000 toneladas de grano y más de 300.000 toneladas de harina cada año, erogando por ello cerca de 120 millones de dólares americanos. Santa Cruz siembra aproximadamente el 80% del trigo nacional y nuestra producción propia, que se acercó a las 200.000 toneladas en 2009, en 2010 bajó a 172.000 toneladas y en el invierno de este año ha caído a menos de 70.000. Siendo que nuestro requerimiento interno nacional es de unas 650.000 toneladas anuales, con lo que se produjo este año en Santa Cruz solo podríamos atender una novena parte de la demanda interna, por lo que las importaciones serán aún mayores que las señaladas arriba.

Por otro lado, la producción nacional se ve frenada por maniobras inverosímiles pero reales en las que −yo no sé cómo, pero les garantizo que sucede−, las importaciones salen bastante más baratas que la producción nacional. Dicen que esto se debe a que los rendimientos fuera de Bolivia son tanto más altos que permiten importar y vender en el país a precios más bajos que los de la producción local pero,…¿será así realmente?

Aunque evidentemente aún hay mucho margen para mejorar los rendimientos locales de trigo, yo creo que la solucionática a la problemática del trigo no pasa solamente por el lado de la producción. Parece que aparte del infaltable empeño de los agricultores y sus gremios, se requiere de una receta que incluye, en proporciones adecuadas, menos discurso y más apoyo real por parte del gobierno, menos informalidad comercial, menos importaciones milagrosas, más investigación para combatir las enfermedades mediante variedades resistentes y productivas, y una pizca de ayuda de San Pedro, a quien, en nombre de los trigueros, le mando en este momento un guiño de complicidad.

Como ven, la involuntaria compra de pan me puso, sin esperarlo, frente al trigo, y su problemática. Las vitrinas, canastas y cazuelas están llenas, parece que todo está normal en Mr. Bread, en las bicicletas panaderas de los barrios, y en los puestos de pan de batalla de La Ramada. Pero por debajo la guerra continúa, y el drama es todavía el de los tres tristes tigres trillando trigo en un trigal…, tremenda tragedia del tradicional trabalenguas que trunca la tranquilidad, trayendo una trama de tribulaciones y tropiezos triples al trabajador, al tractorista y al tropietario, a los que la tribu tropera trepada al potro, al tren y al trono, trata de trastornar con trampas en teatrales tramoyas tributarias.

riopalo1962@gmail.com