domingo, 17 de marzo de 2013

NUEVOS TIEMPOS

Corren nuevos tiempos y yo los vivo con poca emoción. Ando en auto, ya casi no me resisto al uso de aire acondicionado, miro tele más de la cuenta, navego en la Web, tengo celular, no lo puedo negar, pero no tengo facebook, ni twitter, no sé lo que es chatear, y no ando a la espera de nada nuevo en dispositivos móviles, que con que tengan la función de teléfonos para pedir auxilio cuando se me pinche una rueda es suficiente para mí.

No soy un fanático al dope, pues.  Soy, más bien, de la nueva vieja guardia, de la que se resiste a caer totalmente en las manos de los inclementes productores de cosas nuevas, de la que añora —absurdamente quizás— tiempos que no han de volver nunca más…

Soy del tiempo en que no todo se compraba en la tienda o en los para entonces inexistentes supermercados, de donde actualmente uno sale hasta con aquello que nunca tuvo en mente comprar.

Soy del tiempo en que las cosas eran bien hechas —duraban hasta que se acababan—, y se prestaban entre vecinos y parientes. De cuando se heredaba ropa de los hermanos o primos más grandes —de los tíos, inclusive—,  y uno salía a la calle enfundado en ropa visiblemente ajena no obstante los malabares que la madre de uno hacía para que el atuendo luzca dignamente propio y apropiado. Los resultados no siempre eran exitosos, pero igual uno se largaba al mundo sin sorprender a nadie, sin que nadie se burlara de uno por el fundillo largo o las exageradas pinzas improvisadas para darle talle a las camisas.

Soy del tiempo en que las mangas —en este caso no solo las de camisa— se regalaban, a las toronjas se las comían las vacas —al pie del árbol, directo del proveedor—, y cualquiera llegaba de visita con un racimo de guineos.

Soy del tiempo en que no hacía falta ir al mercado para comprar paltas, o para que le regalen a uno un macollo de hojas de la misma para hacer una infusión.  Del tiempo en que compartir paltas —¡y dale con las paltas!—, era incluso una forma de socialización.

Menos mal que todavía hay gente de la de antes. Escribo estas líneas aún conmovido por el regalo de una palta de parte de mi tía Nena, que fue la única que tuvo éxito en conseguir un árbol que le diera paltas igualitas a las de mi casa de Montero, de un palto plantado por mi tío Tata, que producía paltas de hasta 2 kg de peso, de una pulpa mantequilla, de semilla chica, puro jane, tanto que sigue dando que hablar en la familia.  Y tía Nena, mi madrina, no solo me reservó una palta sino que tuvo la gentileza de cruceña de cepa antigua y auténtica de hacerme dos plantitas que ya adornan mi casa con sus hojas color té, esperando su transplante en mi media parcela de Aguacero.

Corren nuevos tiempos.  Tiempos en que las cosas y la gente pasamos raudamente de la adolescencia a la obsolescencia.  Yo me resisto, cada vez con menos fuerzas, pero me resisto. Nostálgico, añorante, saudadoso, prefiero los viejos tiempos. 

Y por eso pienso que momias son las de antes, las de los faraones o las de Guanajuato, y no las de los caudillos modernos y sus embalsamadores que, con visibles fines de utilitarios aportes eleccionarios, hacen papelones con sus ansias de dudosamente merecida posteridad mito-maníaca…

Menos mal que los nuevos tiempos que corren también traen cosas buenas, y el tema tuvo una tregua y quedó un poco atrás, eclipsado por la nueva estrella que nos regaló el firmamento.  Habemus Papam, es latinoamericano y muchos lloramos como si habieramus cepulla.  En esta ocasión, pues, las paltas y el Papa nos ayudan a olvidarnos de las yucas que nos mandaron meter desde donde el rojo no es púrpura y el rojito no es purpurado.

Nuntio vobis gaudium magnum;
Habemus Papam:
Eminentissimum ac reverendissimum Dominum,
Dominum Georgius Marius,
Sanctæ Romanæ Ecclesiæ Cardinalem Bergoglio,
Qui sibi nomen imposuit Franciscus.

riopalo1962@gmail.com