lunes, 23 de abril de 2012

RECUERDOS DE ALGODÓN (II)

El cultivo del algodón no era muy exigente en agua, y se podían obtener buenas cosechas, es decir entre 12 y 20 QQ/ha, en zonas con precipitaciones tan bajas como 800 mm por año o tan altas como 1300 mm anuales. Esto hacía que el algodón fuera cultivado en Santa Cruz desde las zonas más secas del sur, por allá por Cabezas y Abapó, hasta zonas más lluviosas del norte del departamento, desde Warnes hasta más allá de Saavedra, Okinawa y Portachuelo, pasando por Montero.

Las lluvias, eso sí, eran indeseadas cuando tocaba la cosecha, y el tema era tan importante que en la época de cosecha los algodoneros vivían mirando al cielo, mitad para ver si iba a llover, mitad para asegurar que sus ruegos fueran directo a los oídos de San Pedro.

Cuando se iniciaba la cosecha, según recuerdo, los que no tenían cosechadora, que éramos la mayoría, teníamos que buscar gente para la cosecha manual. Los cosechadores de algodón eran gente local o provenían de otras regiones y, en una particular situación de emergencia, se tuvo que  buscar inclusive el apoyo de soldaditos y estudiantes.  A estos, los cosechadores, cualquiera fuera su origen u ocupación original, se les tenía que dar alimentación, llevársela al campo para que el trabajo no sea discontinuo, y yo recuerdo haber participado personalmente un año del trabajo de llevar y repartir salteñas a los cosechadores.  De manera que, yo también, ¡oh gran pecado!, alguna vez fui víctima del trabajo infantil.  

Como ya dijimos, sin embargo, los que podían tener máquinas cosechadoras no necesitaban de más mano de obra que la del operador y un ayudante. Seguramente el operador no era muy experimentado y me imagino los problemas que los algodoneros mecanizados han debido tener con este tema, pero este, la falta de mano de obra especializada en la mecanización del agro, es un asunto del que trataremos de forma detenida y detallada en futuras entregas.

Las cosechadoras funcionaban con mecanismos de succión del bolo o por extracción mecánica, y no servían para otros cultivos.  De manera que quienes tenían cosechadoras de algodón y luego, por razones que explicaremos la semana siguiente, tuvieron que abandonar el rubro, no pudieron usar sus cosechadoras para otros cultivos. Otros implementos usados en el rubro, como sembradoras y chatas, pudieron sí adaptarse o readaptarse a otros cultivos.  Este es  el caso de las chatas, que hasta que llegó el algodón habían sido cañeras y se tuvieron que modificar para poder acarrear el algodón.  Una vez pasada la fiebre del algodón, estas chatas volvieron a ser usadas en la siempre fiel caña de azúcar.

La maquinaria mayor que no podía ser adaptada ni readaptada, sin embargo, eran las desmotadoras, que aparecieron casi como hongos en la época y luego quedaron por muchos años como ruinas de un fugaz esplendor, como  monumentos a la mala suerte, como elefantes blancos de marca Lummus.

Recuerdo muy nítidamente el ambiente de las desmotadoras, con su olor a algodón, a tela, a pujusó a veces, con sus fardos apilados hasta el techo, colocados en gigantescos galpones  y disponibles para que yo, un intrépido andinista tropical de diez años de edad, los trepara ante la mirada complaciente de mi padre. Recuerdo el proceso de enfardado, con cinchos metálicos haciéndole cintura a los cubos de algodón que seguramente tenían algo más de un metro por lado. Recuerdo particularmente un sector iluminado en el que se veían pepitas saltando como pipocas, aunque yo todavía no había conocido las maquinitas vidriadas donde se producen las pipocas que se compran a la entrada del cine.

Así como en el campo surgieron técnicos nuevos, como los cuenta bichos, los ágiles banderilleros y los operadores de cosechadoras, en las desmotadoras surgieron nuevos especialistas locales, ya sea en la clasificación de la fibra, o en el mantenimiento y la atención integral de estas singulares fábricas. Imagino que inicialmente se tuvieron que importar algunos de los técnicos y doy fe que, al final, nuestros técnicos improvisados terminaron exportaron su conocimiento a países como Paraguay, donde fueron a parar una buena parte de las desmotadoras en desuso

Pero, los lectores de las nuevas generaciones se pueden preguntar...¿por qué se dejó de cultivar el algodón y por qué las desmotadoras quedaron en desuso? ¡Ah!, bueno, esa ya es otra historia con la que la próxima semana cerraremos esta serie, comentando cómo la esperanza de surgimiento económico de la región, y de los propios algodoneros, se echó por el suelo gracias a una desafortunada maniobra comercial. No se desconecte, pues, de este canal y entérese de mi versión histórica sobre este incómodo tema.

riopalo1962@gmail.com