domingo, 18 de diciembre de 2011

ACRAGILO CAGAROLI

A pesar de que en algunas zonas la sequía se volvió inundación, a pesar de que la falta de semilla y otros temas están apretando feamente al agricultor, y han arruinado irreversiblemente las siembras de este verano, en estas semanas vivimos tiempos festivos de fin de año y vacaciones, y no los queremos arruinar con temas muy técnicos o con amarguras que en esta columna más bien invitamos a olvidar, por lo menos temporalmente.  Por eso es que en las próximas semanas, hasta mediados de enero, cuando ya habrá que empezar a agarrar mayor velocidad con el trabajo y la producción, les regalaremos temas un poco menos técnicos, más livianos, tratando de que las sonrisas y el optimismo se dibujen en los labios y ojos de los hombres de campo que visitan regularmente nuestro establog.

¿Y qué mejor que empezar esta serie de fin de año presentándoles a un amigo agricultor? Creo que la mayoría no lo conoce, pero muchos agricultores se podrían ver identificados con él, pues, como verán y sin necesidad de crear estereotipos, su historia personal es muy parecida a la de muchos de los agricultores cruceños que individualmente y en conjunto construyeron la mayor parte del modelo de desarrollo agropecuario cruceño.  

Su nombre es Acragilo Cagaroli, y actualmente tiene 66 años. De familia inmigrante de Italia, más propiamente de la región del Abruzzo, su abuelo se vino a Bolivia a principios del siglo pasado, teniendo apenas doce años, acompañado de un hermano mayor que él, y ya con la carga de  haber vivido su docena de años en esa tierra difícil y áspera en la que se tiene que laburar muy duro para sacarle algo de producción. Muy joven, y ya en Santa Cruz, el abuelo se casó y tuvo siete hijos con una señora local, y de uno de esos hijos, de nombre Vicenzo, nació Acragilo, quien a pesar de haber vivido muchos años con su abuelo, y haber aprendido a trabajar con él y su padre, ya poco reivindica su origen italiano y es, como él dice, un camba puro.

Actualmente vive en el norte cruceño, entre Saavedra y Mineros, en una de las  dos propiedades que tiene, que adquirió en base a su empeño personal y que sumó a una media parcela que le heredó su padre, quien la había heredado a la vez del abuelo. Don Acragilo tiene plantaciones de caña, rubro al que se dedica ya hacen unos 35 años y al que le ha puesto el pecho y el lomo en las buenas y en las malas, soportando años terribles, cayendo y levantándose muchas veces.  En una de sus pequeñas levantadas, y haciendo malabares financieros, don Acragilo logró comprar unas cuantas acciones de un ingenio azucarero, y por eso ahora es también el orgulloso copropietario de una importante industria.  A la vez, don Acragilo siembra soya, en un afán de mejorar sus ingresos en años de buenos precios, pero sobre todo con el objeto de hacer rotación de suelos en sus lotes de caña. 

Ese es don Acragilo, un hombre sencillo, dedicado a trabajar, cuya principal distracción es salir de cuando en cuando a la plaza del pueblo a tomarse un café y conversar con los amigos. Pero para algunos, agazapados tras gruesas cortinas de paño en oficinas oficiales, don Acragilo representa el objetivo principal de nefastas elucubraciones de mentes afiebradas, es el prototipo de una clase agropecuaria a la que hay que exterminar, borrarla del mapa porque estorba, porque ocupa tierras y porque ya tiene propiedades hechas a las que hay que echarle mano en algún momento.

Pero don Acragilo es un hombre de campo que ni ahora que ya ronda los setenta vive echado en su hamaca, que no conoce de fines de semana ni de vacaciones, que todos los días vive con el Jesús en la boca porque no llueve lo suficiente o llueve por demás, que no sabe si su producción se va a poder vender, mucho menos exportar y, por lo tanto ignora si va a contar con la plata que necesita para su nueva siembra, para su semilla, combustible, otros insumos agropecuarios, y para pagarle a la gente que le ayuda, que son varios hombres con sus familias.

No obstante, la cara de don Acragilo Cagaroli es carátula de un manual sobre la supuesta oligarquía agropecuaria cruceña, que circula en manos de personajes siniestros, diestros, eso sí, en el arte de confundir, engañar y meter cizaña.

Don Acragilo es un hombre metedor al que ni la intemperancia climática ni la estulticia estatal a lo largo de sucesivos gobiernos lo han logrado doblegar. Don Acragilo Cagaroli es de los que defienden la libertad económica y a la vez cuidan el medio ambiente, filosofía de vida que él lleva en perfecta armonía. Su abuelo comenzó talando árboles a mano, a un ritmo sostenible, desbravando el monte para dar lugar a sus plantaciones, que crecían poco a poco, año a año.  Su padre ya lo hizo con tractores de oruga y el avance de su frontera agrícola  personal, también mecanizado y masivo por el crecimiento de la demanda mundial de alimentos, estuvo más limitado por su falta de capacidad financiera que por la ausencia de tierra para desmontar, o la carencia de tecnología para hacerlo.  Actualmente, el Cagaroli de segunda generación boliviana, don Acragilo, ya no desmonta, aprovecha bien su terreno propio y ocasionalmente alquila tierras ya habilitadas para la agricultura, cuidándose de tratar bien el medio ambiente, lo que hace de don Acragilo la prueba viviente de que para ser verde, primero hay que madurar.
   
Pero igual es un oligarca, según algunos agentes de gobierno,  es la personificación más cabal del concepto de odiado terrateniente al que hay que escarmentar, es la fotografía de cuerpo entero de una elite tradicional que molesta a las nuevas elites y que, si es miembro de algún gremio productivo organizado, entonces hay que sospechar doblemente de él.

Don Acragilo vive, pues, bajo vigilancia, a él se le apuntan diariamente todas sus acciones y movimientos en un desprolijo cuaderno a cargo de alguien que lamentablemente apenas puede expresar ideas verbalmente, y mucho menos las puede plasmar en un papel.

Así son y están las cosas para don Acragilo Cagaroli. Estaremos atentos y escribiremos periódicamente sobre él, pero mejor terminemos ya y por ahora con esta crónica antes que los agentes que han sido asignados para hacerle seguimiento a esta columna se vuelvan locos tratando de identificar a esta persona en cuyo nombre al revés, letra por letra y sílaba por sílaba, está revelado el enigma y el injusto estigma de su supuesta doble condición de oligarca.

riopalo1962@gmail.com