miércoles, 1 de agosto de 2012

SOÑANDO CON GUALEGUAYCHÚ

Confieso aquí, con un poco de vergüenza, que cada vez que en el zapping crepuscular paso por la televisión oficial venezolana y me encuentro con Chavez haciendo allí sus alocuciones, me suelo quedar prendido con su retórica. No comparto en lo más mínimo su orientación política, sé de lo chabacano que es, y no tengo dudas de que comparte los mismos vicios de todos los políticos, que abre un ojo para ver lo malo que hacen sus opositores y cierra el otro para no ver lo malo que hacen sus partidarios.
Pero no puedo negar que el hombre sabe entretener, tiene, nomás, su carisma  y es mucho más interesante de seguir y escuchar que su colega boliviano. Cuando Chavez habla, para mí es casi como estar leyendo una novela de las del boom latinoamericano, de esas sobre dictaduras que tan brillantemente pusieron a nuestra disposición escritores como García Márquez y Vargas Llosa, entre otros.
Chávez habla mucho y al hacerlo, dice mucho.  Sus ayucos le preparan documentación y la ponen a su alcance, pero el hombre también habla mucho de memoria, mostrando mapas y trazando líneas sobre ellos  a medida que va explicando proyectos y dejando en evidencia sus aspiraciones y sus inclinaciones.  Acierta a veces y le pela otras veces al gajo, pero eso a él no le importa, lo que le importa es hablar, ser visto y escuchado, ocupar tiempo en la pantalla porque eso significa estar vigente –y conmigo lo consigue.
Yo no tengo dudas, sin embargo, de que así como su boca lo ha llevado a donde está, será su boca la que lo haga caer.  Quizás por eso, para ser testigo directo del momento histórico en que eso ocurra o, por lo menos, cuando se desate, es también que me quedo escuchándolo cada vez que me lo cruzo en la pantalla.
Hoy, miércoles 1 de agosto de 2012, a eso las 19:00, por ejemplo, con un mapa de Sudamérica en las manos, hablando del reciente ingreso de Venezuela al Mercosur, Chavez mostraba las zonas agrícolas existentes y potenciales –aptas para "agricultura agrícola", terminó diciendo–, en nuestro subcontinente y señalaba, entre otras, una mancha que ocupa el centro del mismo, en la frontera tripartita de Bolivia, Brasil y Perú, indicando que la mancha tenía el tamaño aproximado de Paraguay.
Por lo que se veía en el mapa, el ámbito geográfico al que se refería era el de Pando, Acre y Madre de Dios, región que se conoce como MAP y para la que mucha gente que vive en ella tiene reservado un destino distinto al de la deforestación. 
Decía, sin embargo, Chavez –y ponía de testigo a uno de sus ministros que lo había acompañado en el helicóptero–, que había visitado la zona y había estado en la localidad boliviana de Gualeguaychú.  Indicó que la zona era el Beni y mencionó a su capital Trinidad, diciendo que era una zona apta para la ganadería,  señalando posteriormente que se soñaba con un ferrocarril que penetrara desde territorio venezolano al brasileño, acercándose a Bolivia. 
Doy fe, sin embargo, que la mancha que mostraba en el mapa no llegaba a cubrir el Beni –que de verdad es zona apta para la ganadería en sus campos naturales–, sino Pando, nuestra amazonia más real y verdadera, y la menos tocada aún por la deforestación.
Y eso es justamente lo que me preocupó más: Su señalamiento de Pando como área para "agricultura agrícola" y ganadería.  Tal vez estaba nublado cuando su helicóptero sobrevoló por las adyacencias de Gualeguaychú, tan nublado que no pudo ver que se trataba, seguramente, de Guayaramerín, y que de allí para el norte y el oeste, la parte incluida en la mancha del mapa, todo es bosque, un bosque amazónico verdadero que no conviene tumbar para establecer ninguna "agricultura agrícola".
Allí, en la parte boliviana, existe una floreciente economía forestal cuya base principal es el aprovechamiento y beneficiado de la castaña, además del manejo forestal sostenible para madera. Si se quiere apoyar a esa región, no es llevando colonizadores aterrados con el bosque y urgidos de tumbarlo, sino emprendedores que quieran y sepan aprovechar e innovar en la economía del bosque, sin tumbarlo.
Habló de economía y utilizando el viejo dilema del huevo y la gallina, Chavez, en una sencilla cátedra ofrecida al pobre candidato opositor que tendrá que enfrentarlo en octubre, “el de la burguesía”, le explicó que primero hay que crear el mercado, y por eso se había preparado por años para entrar al Mercosur, y que ahora ya tocaba producir, para venderle a ese mercado.  Al hacerlo, lo hizo con una lógica totalmente capitalista –no hay otra–, y sin hacer reparos que permitieran avizorar una economía sostenible, solidaria, ni nada por el estilo, sino el más salvaje capitalismo amigo de la deforestación.
No resolvió el presidente Chavez el eterno dilema de la prelación entre la gallina y el huevo, pero dejó entrever que para producir huevos hay que matar a la gallina. Para producir, hay que tumbar el bosque de Pando, selva que se distingue clara y precisamente de la brasileña porque en la parte de su amiga Dilma ya casi no queda nada, y todo es "agricultura agrícola" y "ganadería ganadera".
Se fue más al sur, luego, en unos barquitos de sabotaje, dijo –y de inmediato corrigió a su subconsciente indicando que eran, en realidad, barcos de cabotaje, que está preparando para las ya inminentes exportaciones venezolanas de productos no petroleros–, y orilleando el continente por el Atlántico se metió por el río de la Plata, llegando hasta Bolivia, donde su gobierno ha comprado Gravetal, según le sopló correctamente el apuntador más cercano, a donde se llega según él atravesando los ríos Paraguay, Paraná y Uruguay, en ese orden. 
Dijo que por ahí ya Venezuela nos está ayudando con el envío de combustible y aclaró que el mismo no era regalado. Dijo también que su ingreso al Mercosur era un proyecto económico, y más que económico, social, y más que social, geopolítico.
Ahí decidí que por el momento ya tenía yo suficiente de tanta geopolítica, y un tanto asustado de tanto récord mundial en retórica imprecisa, me pasé a ver los resultados de las Olimpiadas y me quedé allí hasta que decidí venirme a escribir esta crónica. No seguí en la tele porque no estaban pasando nada del carnaval de Gualeguaychú.  Tal como a Chavez, a mí también me suelen marear los movimientos que hacen y las curvas que tienen sus bailarinas. Menos mal que yo no soy gobernante y las consecuencias de mis mareos no me llevarán hasta Guayaramerín por el río Uruguay.