lunes, 13 de agosto de 2012

EL NUEVO HOMBRE DE CAMPO CRUCEÑO

El feriado del 6 de agosto, fecha en la que se fundó la república en la que yo nací y me crié, me descontroló un poco la agenda; me fui repentinamente al campo y al final me quedé sin escribir mi crónica semanal, que ahora publico con varios días de retraso. Pero no fue solo eso.  Tal vez inconscientemente, también me retrasó la falta de ánimo para enfrentarme al tema del mestizaje, que debo tocar tangencialmente en la entrega de hoy.

Así como en algún momento nuestros abuelos y padres cambas –que vienen a ser mestizos de europeos lejanos y nativos remotos, según el diccionario–, fueron pioneros en practicar la agricultura y la ganadería más o menos organizada que se hace en Santa Cruz, así también lo fueron los inmigrantes japoneses, los menonitas, los llamados rusos y los colonos y empresarios collas que llegaron posteriormente a expandir y diversificar la frontera agrícola en estas latitudes.  Más recientemente, otros nuevos cruceños recién llegados de Brasil, de Argentina y de Colombia, principalmente, se han sumado a la empresa de hacer producir nuestra tierra. 

De algunos de ellos hablaremos hoy, en general, sin perjuicio de regresar al tema posteriormente desglosando a cada uno de estos grupos.

Unos son menores que yo −les llevo hasta un par de décadas−, son hijos de mis amigos, o nietos de los amigos de mi padre.  Nacieron en mi pueblo, donde me crié, Montero, o en sus alrededores,  o en pueblos y ciudades vecinas del norte cruceño y  muchos, como yo, nacieron en la capital. Practican la agricultura y la ganadería porque siempre vivieron inmersos en ellas, o porque estudiaron para hacerlo y están preparados y dispuestos para dar continuidad al trabajo de sus antecesores.

Muchos viven en sus propiedades del campo, en las que tienen todas las comodidades necesarias, incluyendo casas sólidas con todos los servicios básicos, incluyendo la televisión satelital y la Internet, pero muchos de ellos también viven en las ciudades cercanas, casi obligados por la necesidad de ofrecer mejor educación a sus hijos, cosa que el área rural no les llegará a ofrecer ni el año del bicentenario ni el año del arquero.

Trajinan diariamente a sus campos andando en camionetas doble tracción, doble cabina, doble tanque y múltiple airbag. Se visitan y colaboran entre ellos, conversan todo el tiempo sobre el tema, están más o menos al día con los avances de la ciencia, viajan ocasionalmente al exterior a ver novedades técnicas, aplican mejoras tras que pueden, respetan a su personal, tienen avances importantes en conciencia social y ecológica, y no le tienen miedo a nada, ni a los créditos ni a las cifras de seis ceros.

Otros, son de mi lichigada, descendientes directos de los pioneros, que viven ya su etapa de dirigentes, sin descuidar −supongo−, sus chacos.  Curtidos en los gajes de su oficio, hablan del tema con una propiedad que me deja perplejo, son profesionales, son miembros de cooperativas y grupos empresariales en los que comparten sus experiencias y conocimientos, compiten dura y sanamente, saben bien a lo que se meten, se arriesgan como si tuvieran veinte años y siguen apuntalando gran parte de la economía del departamento.

Son representantes genuinos del espíritu emprendedor que adorna la idiosincrasia cruceña y que, en los tiempos que corren, no se han asustado con la vaina del sable que todavía amenazan con desenfundar quienes nos gobiernan de lejos. Son de la misma estirpe de los pioneros de la agricultura industrial del departamento, herederos del legado que dejaron nuestros padres y abuelos. 

Otros no nacieron en Santa Cruz, lo hicieron lejos, dentro o fuera del país. Muchos de los de adentro ya son empresarios, aunque casi todos llegaron como peones a prestar sus brazos y lomos al progreso cruceño. Se multiplican en forma de cruceños nuevos que se diferencian de sus progenitores, a pesar de que mantienen aún algunas de sus costumbres lejanas. Ni el celular, ni la camioneta, ni la cuenta de banco les son elementos extraños, ni abominan del capital o del mercado que, más bien, dominan soberanos en ciertos rubros.  Son partidarios de la libre empresa y −supongo−, no se suman a la idea de estatizar todo, aunque se les pueda ver, ladinos, defendiendo pública y ocasionalmente posiciones políticas que no comparten en la realidad.

Otros, la mayoría nacidos en el exterior, en Brasil, Argentina y Colombia, llegaron a sumarse a la agropecuaria de alto vuelo, manejan gran parte de sus negocios desde un dispositivo electrónico, cultivan la baya negra −blackberry−, lo mismo que la soya y el maíz, se enteran de sus rendimientos directamente en la computadora de sus cosechadoras, están al día con Rosario y Chicago, y cultivan grandes extensiones a pesar de que algunos no tienen ni un metro cuadrado de tierra.  Saben mucho de técnica y tecnología, y las comparten con los locales, crean CREAs porque creen en ellos, se codean con los grandes, organizan instituciones –a veces separadas de las existentes y tradicionales–, dominan el gerenciamiento, se manejan con modelos predictivos, subcontratan casi todos los servicios y producen mejor que nadie en el país.

En la variedad y complementariedad de todos ellos y los de siempre, los agricultores que empezaron en los sesenta y los que acaban de llegar, está el secreto del futuro económico de Santa Cruz.  Esto ya no tiene retro. Ni el abigeato, ni los incendios y sequías, ni la mediocridad, ni el precio de los insumos, ni el contrabando, ni las extorsiones, ni el veto a las exportaciones…no los para nada ni nadie.

Solo yo, camba-boliviano-mestizo, con astillas culturales chiquitanas y guarayas −atemporal, intolerante y ocasionalmente apátrida, pero a la vez contemporáneo, paciente y eternamente regionalista−, me he quedado aislado en el oficio de mirarla de palco, subiéndome torpemente por una desvencijada escalera al techo de mi establog.

riopalo1962@gmail.com