domingo, 6 de mayo de 2012

LOS IMPONDERABLES

Aunque parece el título de una película al estilo de “Los Intocables”, film americano sobre la vida y obra de Eliot Ness, el título de arriba, “Los Imponderables”, en realidad es solo el de una humilde crónica en la que hablaremos de los factores de la agricultura que, según sabemos, no se pueden controlar.

Una de las tres definiciones  de “imponderable” que nos ofrece el implacable diccionario real de la academia española de la lengua, el intocable DRAE, es la de circunstancia imprevisible o cuyas consecuencias no pueden estimarse”. Con mayor o menor precisión en la definición, en todo caso a lo que nos queremos referir es a esa serie de factores que no son de nuestro dominio total, que sabemos que existen y cualquier rato pueden aparecer para arruinarnos la fiesta, pero casi nada podemos hacer respecto a ellos. 

El clima, las devaluaciones inesperadas de la moneda, o la escases no prevista de combustible y otros insumos…La falta de mano de obra, alguna plaga o enfermedad no habitual, un incendio accidental…

¿Podemos hacer algo si no llueve o si llueve en demasía? ¿Sirven de algo las procesiones, las danzas de la lluvia o estar pendientes de las cabañuelas de tío Rolando y los pronósticos meteorológicos del Laboratorio Climatológico Sudamericano? ¿Hay manera de anticiparse a los bloqueos de caminos, a las quemas e incendios “fortuitos” de cañaverales, al imprevisto incremento de larvas de gallinas ciegas, la lluvia de esporas de roya o alguna de las inefables y casi siempre negativas acciones gubernamentales que inciden en los precios y las exportaciones?

La ciencia debe decir que sí, que todos los factores y accidentes arriba señalados pueden ser predichos,  y controlados, que para eso están, precisamente, la ciencia y la tecnología.  Que si llueve mucho, se puede escapar manejando las fechas de siembra, o con buenos drenajes, o cultivando en invernaderos, y que si no llueve, con riego o con variedades resistentes a la seca. Que si bloquean, almacenando, desviando la ruta y/o untando a los dirigentes y a los políticos.  Que las plagas y enfermedades con diagnósticos tempranos, con la amplia gama de insecticidas y fungicidas existente, o con técnicas de manejo que los evite.

Que a los gobiernos… Ahí la ciencia se calla, y ni Ramón y Cajal, el sabio español, ganador del premio Nobel de Medicina por su estudio de las neuronas humanas, nacido un 1° de mayo, podría hacer nada con las atípicas y escasas neuronas de los que, en otro 1° de mayo, confiscan y pagan caro por empresas nacionalizadas.  Ni la ciencia de Ramón y Cajal ni la de Cachupín y Borola, juntos o separados, pueden hacer  nada contra la demagogia que suele exaltarse cada primer día del quinto mes.     

Pero ese es otro tema del que algún otro  día nos ocuparemos, pues también tiene solución. La ciencia de la administración de riesgos piensa que los imponderables pueden ser debidamente ponderados y ser parte de la ecuación productiva.  Y si no los identifica ni cuantifica con precisión, al menos “les hace lance”, los esquiva, y se prepara para enfrentar sus efectos, aunque no sus ataques directos.

Todo se basa en la previsión, en la admisión de la existencia de los  imponderables, en la conciencia de que existen probabilidades de que ocurran inclusive eventos extremos y que hay que armarse de estrategias para salir airosos, o al menos poco lastimados de ellos. Si se los identifica, se les da un valor y se los mete en la ecuación pueden ayudar a la toma más acertada de decisiones de siembra, a elegir el rubro, a localizar los cultivos, a anticipar contratos de cosecha, transporte y venta, a contratar seguros o a diversificar, seleccionando diferentes canastas para poner los huevos.

El ejercicio previo de identificar factores de riesgo y su exposición a ellos, seguramente lleva a la necesidad de diversificarse y, por ejemplo, tener algo de ganadería junto con la agricultura. Si puedo elegir diversos cultivos, entonces no me juego todas las fichas a la soya. Si puedo tajar mejor el lápiz, afino mis cálculos de retorno de capital y elaboro mejor mis ajustes de riesgo.  Si puedo, cierro el círculo productivo manejando mi producción mediante mejores esquemas de comercialización, asociándome para conseguir economía de escala, para bajar costos y vender mejor.  

Los agricultores lo saben, y lo hacen, pero a veces se descuidan, se dejan estar y San Pedro los encuentra desnudos y con las manos en los bolsillos. El de la agricultura es un juego en el que no hay que abrir la de cuyabo, en el que hay que tratar de estar atentos siempre, en el que todos los sentidos deben estar en alerta y se deben tener los pantalones bien puestos, el lápiz bien afilado y la mente abierta.

Por eso es que yo, que soy muy distraído, no me doy muy bien con la diosa Ceres y mis encuentros con ella han sido furtivos, suficientes para espiarle las tetas y tocarle un par de veces las nalgas.  Por eso es que yo soy el que escribo las letras de las canciones, y sabiendo que otra cosa es con guitarra, también sé que con la boca y el dedo se hacen boleros y que otra cosa es salir al público, a tocarlos, cantarlos y bailarlos.  

Pero también sé que hay mucho de malo que puede ocurrir cuando uno se mete en algo a ciegas, sin cálculos y previsiones, y de puro cantor o amante del bicicleteo, por lo que estimo que las estrategias señaladas arriba pueden ser útiles para algo: por lo menos para no tener que bailar siempre con las gordas.

riopalo1962@gmail.com